almeida – 12 de enero de 2015.
En su camino, Isaac sabía que debía vencer muchas dificultades que se producían cada día. En algunos países de Europa la peregrinación no es tan
conocida como en aquellos lugares más cercanos al final de la misma, donde resulta más habitual ver el paso de los peregrinos; por eso, en muchos lugares desconfiaban de los desconocidos, aún más si les ven con una mochila y un aspecto diferente a lo que están acostumbrados a ver.
Por eso Isaac procuraba ser autosuficiente cada día y en muy pocas ocasiones recurrió a la ayuda externa que pudieran proporcionarle.
Solo en algunas ocasiones, cuando la noche se le echaba encima y encontraba algún lugar que le parecía idóneo para instalar su tienda de campaña, solía pedir autorización para hacerlo, de esa forma evitaba complicaciones con los propietarios. Era una persona que, cuando hablabas con ella, percibías que su nivel cultural era superior a la media y solía inspirar cierto grado de confianza.
Otra de las cosas que con frecuencia solicitaba era agua, bien para él o para su perro ya que en ocasiones pasaba tiempo sin encontrar una fuente donde hubiera agua potable y la pedía en la primera casa que encontraba. Tampoco en estos casos solía tener contratiempos porque es difícil que alguien pueda negar un vaso o una botella de agua.
Solo se salía de esta norma cuando, a pesar de su tienda de campaña, el tiempo era excesivamente malo, cuando llovía mucho, nevaba o hacía excesivo frío; entonces buscaba ese cobijo que le resguardara de las inclemencias del tiempo.
Cuando se encontraba en tierras austriacas, hubo días que caminaba por lugares muy elevados sobre el nivel del mar. Iba muy cerca de algunas cumbres muy altas que todavía mostraban sus crestas blancas, pues no hacía mucho que las nevadas llegaron a cubrir el camino por el que ahora Isaac se encontraba andando.
Aunque las jornadas estaban siendo muy duras por los fuertes desniveles que tenía que afrontar, a Isaac le estaba resultando muy hermoso ya que las altas cumbres y los profundos valles eran muy diferentes a los terrenos que estaba acostumbrado a recorrer.
Ese día estaba siendo muy frío y cuando ya había caminado toda la mañana, comenzó a pensar dónde pasaría esa noche. En ocasiones encontraba algún refugio de montaña que era utilizado por los montañeros y los alpinistas y si se encontraba abierto lo utilizaba para pasar esas noches gélidas. Otras eran pequeñas chozas que los pastores de ganado solían tener para, cuando les sorprendía una ventisca, disponer de un lugar en el que resguardarse.
Aunque se encontraba a mucha altura, no era suficiente para encontrar ese tipo de refugios y como iba descendiendo, tampoco confiaba encontrar ninguno, por lo que fue haciéndose a la idea que tendría que buscar en el bosque un lugar que se encontrara suficientemente resguardado por los árboles que le protegieran de ese viento gélido que procedía de las altas cumbres.
No disponía de ninguna referencia sobre que allí hubiera algún pueblo y tampoco se veía nada en el horizonte, solamente algunas casas desperdigadas, pero se encontraban muy alejadas de su camino y no le compensaba desviarse hasta ellas.
Cuando estaba saliendo del bosque, le dio la impresión que el horizonte se alargaba y se anchaba un poco más. A lo lejos había una columna de humo que se afanaba por encontrarse con las nubes. Aquello era un indicio de que al menos se encontraría con alguien que pudiera orientarle ya que llevaba algunas horas que se sentía perdido por llevar mucho tiempo sin ver ningún rastro de la civilización.
Aquellos síntomas hicieron que por momentos se fuera animando y también su ritmo de camino se fue acelerando un poco más, aunque esa no fue su intención, pero dejó que fuera su subconsciente el que fuera marcando la pauta.
Cuando fueron desapareciendo los árboles más frondosos, pudo percibir lo que le parecía una casa, calculó que se encontraba a una hora de camino, ese lugar era el que estaba produciendo aquel humo que había visto antes.
No cabía duda, era una granja, allí imaginó que pudieran socorrerle para no pasar aquella noche al raso ya que esperaba que las temperaturas disminuyeran de una forma alarmante.
Vio a un hombre que se encontraba haciendo algunas tareas en la granja y se fue directamente en la dirección que este se encontraba.
—Buenas tardes tenga usted —comentó Isaac.
—Un poco frías para caminar, si va muy lejos se le va a echar la noche encima y hoy va a hacer frío, van a bajar mucho las temperaturas —dijo el hombre.
—Sí, voy lejos —respondió Isaac —soy un peregrino y quiero llegar hasta Santiago en España.
—Eso está muy lejos y tardará mucho en llegar, pero hoy tiene que buscar un sitio para pasar la noche —dijo el aldeano.
—Según me acercaba, he visto que tiene unas cuadras para guardar los animales y si me da usted permiso, podría pasar la noche en ellas.
—¡De ninguna manera! —Exclamó el hombre ante la sorpresa de Isaac —disponiendo de sitio en mi casa, no puedo consentir que duerma con los animales.
—Pues no sabe cómo se lo agradezco —comentó Isaac un tanto aliviado —porque como he dicho antes, esta va a ser una noche muy fría y ya me estaba temiendo no encontrar ningún sitio para dormir a cubierto.
El buen hombre, condujo a Isaac hasta la casa y éste, lo primero que hizo fue acercar sus manos a la chimenea, el hombre al verlo avivó el fuego.
—Siéntese un rato mientras voy a por más troncos que tiene que estar congelado si viene de las tierras altas.
Isaac sintió enseguida como la sangre volvía a fluir con algo más de velocidad por sus venas al contacto con el calor que desprendían las llamas.
El hombre, compartió su cena con el peregrino y aquella fue una de las noches de las que guarda mejor recuerdo de su peregrinación pues cuando pensaba que iba a ser un día, y sobre todo una noche llena de contrariedades, tuvo el final inesperado que lo convirtió en una jornada muy agradable.