La climatología que estos días estamos teniendo, algunos la definirían como mal tiempo, aunque para las gentes del mundo rural, resulta toda una bendición, porque como dice el refrán, año de nieves año de bienes y esperamos, y sobre todo deseamos, que esto sea así.

No es normal, ni resulta comprensible, que estos últimos años hayamos recibido el nuevo año que llega, casi en mangas de camisa, motivado por las elevadas temperaturas que teníamos para la fecha en la que nos encontramos y parece que el tiempo, ha vuelto a su lógica y las estaciones van marcando las características que siempre han tenido.

Hace tan sólo unas decenas de años, era frecuente que a partir de la llegada del invierno, el descenso de los termómetros fuera muy significativo, donde podíamos ver durante la mayor parte del día, que el mercurio de los antiguos termómetros se encontrara cerca de los 0°, resultaba algo muy habitual.

Para la gente del campo, era muy importante que los fríos del invierno acudieran fieles a su cita anual, para de esa forma, evitar que la tierra se calentara en exceso, controlar que la floración fuera surgiendo antes de tiempo, con la parada vegetativa de las plantas cuando la savia no circulaba a través de los tallos y el frío eliminaba los hongos y larvas que pudieran dañarlas. Era un presagio de buenas campañas en las que la cosecha resultaría importante y el almacenamiento de agua podría resultar vital.

Desde que el invierno nos visitó este año, las temperaturas han ido disminuyendo gradualmente haciendo que muchas mañanas, el campo y todo lo que había sobre él, amaneciera congelado por las heladas, posteriormente una nevada no tan abundante como las que antiguamente se producían, fue tiñendo los campos y las calles de los pueblos de un blanco esperanzador.

Pero los últimos días, esas nieblas que había por la noche y se asentaban durante todo el día siendo el único horizonte que contemplábamos, han producido un fenómeno que se conoce como cencellada, que nos ha permitido despertarnos observando todo lo que había a nuestro alrededor de un inmaculado blanco, que ya estábamos echando de menos.

La cencellada, se produce cuando las temperaturas permanecen por debajo de cero mientras la niebla flota en el ambiente y es un hidrómetro que forma hielo por el congelamiento de partículas de agua suspendidas en el banco de niebla y deja todo de un blanco inmaculado, porque los pequeños cristales que se van formando al congelarse el agua que lleva la niebla, se adhieren a cualquier sitio donde ésta se posa, confiriendo unas formas que para la mayoría convierten el paisaje, en algo especialmente bonito.

Pero también hay otros para los que este refrán, que asegura que nunca llueve a gusto de todos y seguramente en el confinamiento que estamos padeciendo para algunos sectores de la actividad, como es el caso de la hostelería, lugar de refugio en estos días fríos, días de invierno, al tener que ver sus establecimientos clausurados, no la habrán contemplado de la misma forma.

La cencellada desaparecerá en el momento que la niebla se evapore y mientras tanto, disfrutaremos de esa pureza que va confiriendo al campo la tonalidad de pureza, admirando y deleitándonos con la transformación con la que lo va cubriendo todo.

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