almeida – 01 de julio de 2014.

Carolina era una joven francesa que estaba haciendo el Camino de una forma muy original y diferente a la mayoría de los peregrinos que ese día llegaron a Santuario, también estaba convencida que sería uno de los que más recordaría con el paso de los años.

Me comentó, que desde que descubrió el Camino, siempre dedicaba uno de los dos meses de vacaciones que tenía a recorrerlo y en alguna ocasión, como esta vez, empleaba dos meses.

En uno de sus caminos había salido desde el norte de los Pirineos con su amiga Michelle. Desde hacia años, cuando coincidieron en el colegio, se habían convertido en muy buenas amigas y, con el paso de los años, su amistad fue creciendo hasta que se hicieron inseparables.

Ese año decidieron recorrer juntas ese Camino del que tanto le había hablado Carolina ya que desde que lo recorrió por primera vez se entusiasmó con esta ruta tan especial.

Ese Camino fue uniendo un poco más a las dos, caminaban todos los días con muchos jóvenes con los que se encontraban muy a gusto.

Michelle fue poco a poco caminando cada vez más con un joven gallego y fue dejando a Carolina, pero a esta no le importó, le gustaba disfrutar del Camino a su manera y además veía muy feliz a su amiga.

La atracción mutua de su amiga y el peregrino fue creciendo, surgiendo antes de finalizar el Camino un profundo amor que los dos se declararon y se juraron en el abrazo que se dieron en medio de la plaza del Obradoiro.

Cuando regresaban a su casa se lo contó todo, aunque no hubiera sido necesaria ninguna explicación porque había sido perceptible en todo momento la intimidad y la complicidad que había en cada una de sus acciones.

Michelle fue varios fines de semana y puentes a la capital gallega para estar junto al amor que había conocido en el Camino y también él fue en varias ocasiones a verla, coincidiendo algunas veces con Carolina y entre ellos fue naciendo también una buena amistad pues era la persona que su mejor amiga había elegido para compartir su vida.

Los siguientes caminos que Carolina recorrió, aunque se lo comunicó a Michelle, ya nunca lo hicieron juntas, pero solían quedar en Santiago cuando llegaba y pasaba unos días descansando en la casa donde se encontraban su amiga y su novio.

Con el paso del tiempo, entre los dos jóvenes amantes fue estableciéndose un compromiso cada vez más fuerte y Michelle acabó yéndose a vivir a Galicia, no podía ni deseaba estar alejada de la persona que más quería.

Un buen día, llegó la noticia esperada, Michelle había decidido casarse y quería que su amiga estuviera presente en la boda, era la persona que más deseaba que la acompañara ese día pues gracias a ella fue como conoció a la persona que iba a convertirse en su marido y por la amistad que las dos tenían.

Carolina, además de felicitarla, le dijo que no se lo perdería por nada en el mundo y que en la fecha que habían fijado para el enlace estaría junto a ella.

Le dio muchas vueltas al regalo que les haría ya que tenían de todo, buscaría algo muy especial que para los tres fuera muy significativo.

Había pensado en algo relacionado con el Camino, primero pensó en un bono especial que permitía pasar varias noches en los paradores que estaban en alguno de los caminos, pero estaba convencida que en la mayoría de ellos ya habían estado ya que cada vez que Michelle venia a verle, recorrieron en coche varios lugares de los caminos y, conociéndolos, seguro que habían estado en estos sitios.

Encontró una enciclopedia sobre el Camino que le parecía muy completa y la compró, ese sería su regalo, pero le fue dando alguna vuelta más y se le ocurrió otra idea que le pareció muy original.

Como disponía de dos meses de vacaciones, en lugar de irse en avión hasta Galicia, lo haría como a ella le gustaba, iría caminando desde su casa y además de levar su credencial, llevaría una más con el nombre de sus amigos y la iría sellando en todos los albergues y lugares de interés del Camino, ese sería su regalo más especial porque mientras iba haciendo su camino, no lo haría solo por ella, lo haría también por sus amigos.

Pensó comentárselo a Michelle, pero al final decidió que sería una sorpresa cuando la vieran llegar. Entonces les entregaría su credencial con todos los sellos que había ido obteniendo, mientras les contaba como había sido ese camino tan especial para ella.

Le pedí que me diera esa credencial tan especial para poner en ella el sello de Santuario y busqué ese espacio para colocar con suavidad el bonito y sencillo sello que teníamos para que destacara entre los demás y quedara bien claro y estampado.

Me pareció una forma muy original de asistir a la boda de unos amigos pues cada paso que le fuera acercando a ellos, sería también un paso que daba con ellos.

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