Pienso, luego digo – 28 de febrero de 2019.
La forma en la que cada uno nos ganamos la vida, se acaba convirtiendo en esa profesión más o menos deseada, que puede llegar a resultar unas veces muy gratificante y en otras ocasiones, puede llegar a convertirse en un suplicio diario que no hay más remedio que cumplir, porque de ello depende nuestro bienestar y el de los que se encuentran a nuestro cargo.
Imagino que en la mayoría de las profesiones, aunque resulte gratificante el trabajo que llegamos a desarrollar, hay momentos en los que no queda más remedio que hacer algunas cosas de las que nos gustaría evadirnos.
Estos días en los que parece que no hay más noticias en todos los medios de comunicación que los dos procesos electorales que vamos a tener en breve, he dedicado unos minutos para pensar en la vida de los políticos, o mejor dicho, en esos que hacen de la política una forma de ganarse la vida.
Por el bombardeo de información que estamos sufriendo cada día, cada vez soy más de la opinión, que el buen arte de hacer política, se ha acabado desvirtuando porque son más los que buscan en aquello que debería ser un servicio para los demás, una manera un tanto depravada de encontrar el lucro fácil y el poder, que cuando se tiene, no se quiere soltar porque eso que algunos llaman erótica del poder, otros simplemente lo identifican como estar por encima de los demás.
Soy consciente de que la generalización siempre suele acarrear injusticias y resulta muy loable encontrar a quienes comprenden el significado de la palabra servicio público y son honestos con lo que la mayoría entendemos, pero viendo los trapos tan sucios que se están lavando, la casa de muchos ha tenido que estar muy descuidada.
Durante cuatro años, que es el periodo que viene a durar una elección, son conscientes que cuentan con el cocido garantizado, bueno en muchos casos, el cocido, el deportivo, el chalet, buenas vacaciones y además, todo va siempre a costa de los humildes, que ven como unos pocos derrochan en cada cosa que hacen, mientras muchos pagan a escote todo ese derroche.
También para ellos, llega ese momento en el que tienen que someterse a examen, bajan del pedestal en el que se han instalado y durante un par de semanas deben sufrir el contacto con el vulgo, es algo irremediable que va inherente al cargo.
Debe representar un ejercicio de humildad que para muchos, puede llegar a resultar hasta despreciable. Después de encontrarse cómodamente en sus despachos, inaccesibles casi siempre para los que acuden con algún problema, se sienten protegidos por numerosos cortafuegos que son sus subordinados y bajar al ruedo y lidiar con los humildes, imagino que puede llegar a ser algo insoportable, menos mal que son solo dos semanas.
Tienen que escuchar cada uno de los incumplimientos que se han ido haciendo en estos cuatro años y oír preguntas que no han tenido respuesta, menos mal que siempre hay a quien culpar y esos cortafuegos son esa victima propicia para que asuma la culpa.
También resulta ingrato tener que estrechar cientos de manos de gente desconocida y que a veces hasta ni llevan el perfume al que están acostumbrados, mientras muestran una sonrisa profidén, debe ser algo que se haga muy incómodo.
Y esas opíparas cenas y comidas en los mejores restaurantes, cambiarlas por ese pincho o ese bocadillo en la tasca de cualquier pueblo, mientras las cámaras consiguen los primeros planos para que todos puedan ver que el líder, se ha bajado a estar y ser uno más de los humildes.
Sin duda los que peor lo pasan son esas criaturas que acuden en brazos de sus fieles padres al encuentro con el niño en brazos para que el líder los coja y el pequeño pueda decir el resto de sus días que ha sentido el contacto de ese desconocido, mientras el niño llora a moco tendido por cambiar el calor que sus padres le saben dar y solo ven a un desconocido que no le inspira mucha confianza. Esperemos que en ese contacto no le transmita alguna otra energía que rechazará toda su vida.
Pero ese, es el tributo para seguir en el pedestal que se han ido creando y que viendo el interés que todos ponen por conservarlo, algo desconocido debe de tener para que algunos se aferren a él como vemos que lo hacen.