almeida – 02 de julio de 2014.
Resulta admirable la fuerza de voluntad que a veces vemos en algunos peregrinos. Llegan a los albergues completamente rotos, no se dan cuenta como los demás los vemos, ya que llegan a dar lastima, pero su impulso les dice que tienen que seguir adelante sin pensar que esa señal que han recibido, seguro que es el Camino el que se la envía y les está diciendo que tienen que pararse porque quizá deban conocer a otras personas que vienen por detrás.
Son esas situaciones en las que se les nubla la mente y no les permite ver con la claridad necesaria que les haga comprender que lo que están haciendo es una completa estupidez, pues lo único que van a conseguir es avanzar un poco más, pero que a cada paso que den su lesión se irá agravando, al final tendrán que asumir su derrota y que en lugar de volver directamente a sus casas, tendrán que dar un rodeo para visitar el cuarto de socorro o el hospital más próximo.
Generalmente, el mayor condicionante es la planificación, se ha ido formando un plan que el peregrino tiene que cumplir a rajatabla, cualquier variación del mismo no les va a permitir llegar en el plazo previsto a Santiago y si eso no se cumple, lo ven como una derrota y a nadie le gusta salir derrotado de un proyecto en el que ha puesto toda su ilusión.
En ocasiones el peregrino no quiere reducir su ritmo ya que va a perder el de los que van caminando a su lado, que son personas que el destino ha hecho que coincidan y no desean verse privados de su compañía, por eso han llegado hasta limites que no son comprensibles para seguir adelante.
Aunque vean que las ampollas que llevan en los pies cada día se han ido haciendo más grandes y la inflamación de la rodilla no disminuye, sino que aumenta cada día, en lugar de mirar estas lesiones con los ojos y dejar que su mente razone, dejan a su corazón que sea el que se imponga y este solo desea seguir adelante.
Hay que ser lo suficientemente frío para saber que cuando los pies dicen no, es porque no se puede seguir adelante y en lugar de dejar que el desánimo y la desmoralización se vayan apoderando de uno, con la mente fría, hay que saber que un descanso a tiempo o reducir las duras etapas puede ralentizar el Camino, pero no acaba por detenerlo, solo va a permitir coger ese impulso necesario que permita al peregrino seguir adelante.
Y si no se llega al final que se había previsto por falta de tiempo, tampoco pasa nada, siempre se podrá avanzar lo suficiente para luego retomar el Camino dónde lo hemos dejado y solo será cuestión de un pequeño impulso durante unos pocos días para llegar a esa meta soñada, incluso es posible que la victoria se saboree un poco más, pues cuanto mayor es el esfuerzo, también más grande es la satisfacción que se experimenta al conseguirlo.
Por eso, como dice muchas veces el Maestro, no debemos caminar con los ojos cerrados, hay que llevarlos bien abiertos para poder ver las señales que constantemente nos va enviando el Camino y una de las señales que con mayor frecuencia suele mandarnos y no conseguimos ver, es esa que le hace decir a nuestros pies que no, a pesar de que nuestra obturada mente pueda darle otra interpretación.