almeida – 3 de agosto de 2014.

Siempre he sentido curiosidad por saber cómo surgen las cosas o quién fue el que tuvo la primera idea de algo y por qué motivo le surgió.

Los deseos que los peregrinos dejan escritos en Santuario me llamaron la atención desde el primer momento que los vi, no recuerdo haber visto nada similar en otros lugares del Camino, bueno… recuerdos y algunas notas sí, pero un deseo personal e íntimo para que sea leído por otros; era la primera vez que lo veía.

En estos casos de duda, lo mejor siempre era ir a la fuente más directa y preguntarlo, por lo que en la primera ocasión que tuve, se lo pregunté al Maestro.

Este, dejó lo que estaba haciendo y acercó dos sillas en las que nos sentamos, presentía por su gesto que iba a ser una larga historia, cuando menos sería algo interesante ya que raras veces no terminaba las cosas que estaba haciendo para responder a cualquier cosa.

Me comentó que en una ocasión, al principio de habilitar Santuario para acoger peregrinos, llegó una mujer que debía tener entre cincuenta y sesenta años peregrinando hacia Santiago.

Era muy devota de la Virgen pues llevaba numerosas estampas de la madre de Jesús y fue dejando, con el permiso del Maestro, algunas por los rincones de Santuario.

En aquellas fechas no pasaban por allí muchos peregrinos, por lo que el trabajo era también más escaso y el maestro de hospitaleros solía hablar con todos, se interesaba por su camino, si arrastraban alguna molestia y, sobre todo, por las lesiones del cuerpo y las del alma.

La peregrina le comentó al Maestro que estaba haciendo el Camino porque era una ilusión que había tenido desde niña, desde que oyó hablar por primera vez de este sendero que tenía que poseer una magia especial para arrastrar por el a millones de peregrinos.

Lo fue dejando porque nunca encontraba ese momento propicio para poder hacerlo, cuando no fueron los hijos, eran los nietos y siempre había algo que la retenía y retrasaba para cumplir ese sueño que se había ido forjando desde que era muy niña.

Pero ya no podía demorarlo más, hacía un año le habían detectado un cáncer. Después de muchas pruebas, le dijeron que la única esperanza que tenía era someterse a una intervención ya que el cáncer era maligno, se estaba extendiendo y antes de que fuera irreversible, era necesario extirparlo. La operación no era nada fácil, había algunas esperanzas, pero hasta que no la abrieran y lo vieran no podían asegurarle nada.

Un mes después que terminara el Camino, entraría en el quirófano, en ese momento se ponía en las manos de Dios y el desenlace sería su voluntad. Por eso estaba recorriendo el Camino en peregrinación, pedía en todos los sitios por los que pasaba, que si el deseo del señor era llevársela, no tenía ningún reproche que hacer, aunque todavía le quedaba tanto para disfrutar de sus nietos que no quería perderse verlos crecer.

El Maestro desplegó todas sus artes de consuelo y se las fue dando a la peregrina mientras esta permaneció en Santuario y cuando la vio marchar, le hizo prometerle que tenía que volver un día por allí, cuando se hubiera curado de su mal.

Cuando el Maestro estaba haciendo la limpieza de Santuario, encima de la mesita que había en la sala donde se recibía a los peregrinos, se encontró un papel doblado, se sentó en el sofá mientras lo desplegaba con calma y leyó lo que había escrito.

“Señor, solo tengo muestras de gratitud hacia ti, me has colmado de felicidad proporcionándome una familia que ha llenado cada uno de los instantes de mi vida, por eso, en estos momentos tan difíciles para mí, no deseo pedirte nada, solo quiero agradecerte todo lo que me has dado. El trance que tengo que pasar lo asumo con resignación, ya que si es la prueba que tú me has enviado, la acepto y que sea tu voluntad”.

Aquella nota conmovió al Maestro y esa noche en la oración que hacía con los peregrinos en la pequeña capilla, se la leyó a todos y pidió que las oraciones que cada uno deseara hacer fueran por aquella buena mujer, para que saliera con bien de aquel trance al que tenía que enfrentarse.

Las noches siguientes fue haciendo lo mismo, así hasta que llegó el día que la peregrina le dijo que llegaría a Santiago, entonces la última noche, después de leer la nota, la puso sobre un cuenco de arcilla y con una de las velas que iluminaban la capilla, le dio fuego purificando de esa forma aquel deseo.

Durante los días que estuvo leyendo este deseo de la peregrina, quienes lo escuchaban fueron dejando también sus deseos encima de la mesa o en la caja donde depositaban los donativos. No solo había notas en castellano, se fueron dejando en todos los idiomas y el Maestro las fue llevando a la pequeña capilla y cada noche las iba repartiendo entre los peregrinos, dependiendo del idioma que estos hablaran, hasta que se convirtió en una tradición.

—-Así fue como surgieron los deseos de los peregrinos —finalizó el Maestro.

—¿Y volvió a saber algo de aquella peregrina? —le pregunté.

—Seis o siete meses más tarde, un día se detuvo un coche a la puerta de Santuario, de él descendieron tres niños y detrás de ellos venía la peregrina que se encontraba sonriente y radiante.

La invité a que tomara un café mientras me hablaba de su peregrinación y sobre todo de su operación. Mientras tanto, los niños se quedaron jugando en el jardín con su madre.

El Maestro, que pocas veces se sorprendía ya que lo había visto casi todo, me dijo que cuando la peregrina le contó las sensaciones que había tenido durante su camino, llegó a pensar en esas fuerzas invisibles que algunos dicen que existen; pero muy pocos han podido ver.

Cada día que iba pasando, la peregrina se encontraba más animada, estaba sintiendo que no iba sola haciendo el Camino ya que presentía que alguien la estaba protegiendo, le daba la sensación que todos los días estaban rezando por ella y eso la dio fuerzas para llegar hasta la meta que se había propuesto.

Cuando la operaron, pudieron extirparle toda la zona que había sido dañada y aunque existía todavía una ligera probabilidad que el cáncer pudiera reproducirse, ahora se encontraba muy bien ya que estaba haciendo una vida normal y sobre todo estaba disfrutando cada minuto del día de sus nietos.

El Maestro le dijo lo que había hecho con la nota que ella dejó y los dos creyeron ver en este gesto algo especial y diferente, que podía haber tenido algo que ver con la curación que se había producido en la peregrina.

Ella le había traído un regalo, era una figura de la Virgen, que desde entonces esta siempre en el lugar más destacado de Santuario.

Los deseos de los peregrinos se fueron intensificando y desde aquel momento, casi todos los días van incrementando el cofre que los contienen, formando una pequeña babel con cientos de sentimientos que algunos van arrastrando mientras hacen su peregrinación.

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