Pienso, luego digo – 01 de abril de 2019.

                Abrir el grifo y que a través de él salga agua corriente, conectar el ordenador y poder disponer de acceso a toda la información del mundo, bajar hasta la plaza del pueblo y poder degustar tranquilamente un café, salir de casa y tener a unos minutos el colegio de los más pequeños cada día o simplemente,

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que cuando caigas enfermo, puedas disponer de un facultativo que te realice una exploración y te ofrezca un remedio al mal que padeces, pueden resultarnos cosas normales en esta sociedad en la que vivimos. Sin embargo para una gran parte de la población representa algo extraordinario porque carecen de ello en su vida normal.

 ZAmora vaciada2               Nos hemos ido acostumbrando a disfrutar de un nivel de vida en el que hemos ido poniendo en ella, una serie de valores que nos permiten disfrutar de cada una de las necesidades que ya consideramos normales y que para muchos de nosotros, representan algo irrenunciable porque se encuentran íntimamente ligadas a esa calidad de vida que hemos querido darnos.

                Pero hay una parte muy importante de la población para la que esto no es así, padecen cada día ese desequilibrio que hace que algunas necesidades que pueden resultar básicas para cualquiera, para ellos sean inalcanzables, ese sueño que se ha ido quedando diluido y que finalmente se ha perdido para ellos.

                Cuando desde muy pequeños hay que desplazarse durante horas para poder acceder a una enseñanza digna por carreteras que representan un peligro constante o cuando ves que esa señal del móvil, de Internet o de televisión llega con dificultad a tu hogar y muchas veces lo hace de forma intermitente o esas personas mayores que no disponen de ningún medio de desplazamiento y tienen que esperar en sus pueblos para que el servicio básico de proveerse de alimentos llegue una o dos veces por semana y tantas y tantas situaciones que para la gran mayoría resultan tan normales, quienes las padecen, lo van haciendo en silencio hasta que llega ese momento que se rebelan y dicen basta, porque no se puede tener un desequilibrio tan grande si creemos que nos encontramos en una sociedad justa y si este desequilibrio persiste, es porque hay una injusticia clamorosa.

  ZAmora vaciada              El pueblo se ha cansado de sentirse cada día más olvidado y ha dicho basta. No ha sido una voz sola la que se ha atrevido a gritar, han sido miles las que se han unido para denunciar esta situación injusta a la que les han llevado sus dirigentes que han priorizado lo que para ellos era más fácil, olvidándose de los desfavorecidos que eran los que menos protestaban siempre.

                Muchos de los dirigentes, esos que nos han conducido a la situación en la que nos encontramos, se han querido sumar al carro de esta protesta, no han querido dejar esa cresta de la ola en la que siempre les ha gustado estar, aunque el pueblo les ha dicho que no quieren verles liderando algo que su incompetencia ha provocado y les ha llevado a un lugar discreto de este movimiento en el que no puedan destacar porque los protagonistas en esta ocasión, son los que están padeciendo esta situación, pero que al menos puedan escuchar de cerca los gritos que van dirigidos hacia ellos.

                Esperemos que hayan escuchado ese latido de los corazones que se iban apagando porque no han sabido mantener viva esa llama de la esperanza de quienes confiaban en ellos y de ahora en adelante, dediquen su tiempo y sus esfuerzos a llenar lo que durante décadas han estado vaciando, porque si no lo hacen, el pueblo ya sabe que cuenta con la fuerza suficiente para apartar a quienes no les permiten seguir viviendo y disfrutando de las cosas básicas que ya para la mayoría resultan cotidianas.

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