El estado del bienestar que nos hemos ido ganando con nuestro esfuerzo y trabajo, nos permite que vivamos en un país en el que contamos con muchos servicios que ya consideramos que son imprescindibles y en muchas ocasiones dejamos de darles el valor que realmente tienen, seguramente porque nos hemos acostumbrado a lo que es bueno y ya no sabríamos prescindir de ello.
Educación, seguridad, sanidad, libertad, trabajo,…. representan algunos de esos pilares básicos que sustentan un estado en el que todos queremos estar y trabajamos y luchamos por mejorarlo cada día.
Entre todos ellos, hay uno que se ha considerado durante mucho tiempo como la joya de la corona, ha sido el servicio sanitario que disfrutábamos, que además de ser universal en la que todos nos beneficiábamos de ella, contábamos con algunos de los indicadores que la convertían en algo envidiable.
Disponíamos de unos excelentes profesionales, reconocidos en todo el mundo, la pionera en los transplantes y una de las primeras a nivel mundial en cuanto a las especialidades y las intervenciones que se realizaban.
Desgraciadamente, salvo honrosas excepciones, son muy pocos los profesionales de la medicina los que tienen la responsabilidad de su desarrollo y cuando es así, también salvo alguna que otra excepción, siempre la prioridad política está por encima de los proyectos del profesional y del interés general.
En los últimos años, los recortes en sanidad han sido muy significativos, miles de millones de pesetas se han ido suprimiendo en algo que funcionaba bien y una muestra de ello, la tenemos en esta tierra que nos encontramos, en la que muchos pueblos salen periódicamente a la calle para exigir poder contar con un médico en su pueblo.
Tenemos asumido que cuando los políticos tienen la responsabilidad de manejar algo, aunque ellos dicen que siempre buscan el interés general, los demás pensamos que lo que hacen es en su propio interés y no les tiembla el pulso cuando tienen que dar un recorte, que como en este caso, van a lo que mejor funciona.
Con la situación excepcional en la que nos encontramos, estas cosas que hasta que no las necesitamos, casi llegan a pasar inadvertidas, es cuando reflexionamos sobre las movilizaciones de los profesionales de la sanidad, que reclaman unas condiciones más dignas, no como el cangrejo, en lugar de avanzar, van en permanente retroceso y sólo en casos como el que nos encontramos, es cuando nos echamos las manos a la cabeza.
Son muchas las cifras que se van manejando sobre los colectivos que tenemos en este país y dependiendo de la fuente, cada una puede presentar unas variaciones importantes por lo que cogiendo la media, más o menos contamos con 160.000 médicos lo que representa un médico por cada 150 habitantes y esta cifra, por lo que dicen los entendidos va disminuyendo cada año.
En cambio, si tomamos el número de políticos con los que contamos, vemos que el porcentaje es notablemente superior y llega a los 450.000, lo que significa que tenemos un político por cada cien habitantes.
Son dos de los pilares de nuestro estado del bienestar, esa libertad con la que contamos en un estado democrático y un servicio médico que parece que llegó a ser la envidia del mundo, aunque en unos meses no lo será tanto.
Buscando el interés general, creo que podríamos recortar el apartado de los políticos, porque con un 30% de los que contamos en estos momentos, seguro que estaríamos tan bien o mejor que ahora nos encontramos y que ese ahorro vaya donde realmente lo queremos y lo necesitamos. Porque sin alguien que se preocupe de nuestra salud no podemos estar, en cambio sin políticos seguro que nos acabamos arreglando.