SAF – 12 de noviembre de 2014.

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Mayalde, muy en su línea, una vez más consiguió conectar desde el minuto “0” con un público entusiasmado y viviendo las historias de un grupo mágico en una sala totalmente abarrotada que a todas luces se quedó pequeña.

Propios y foráneos disfrutaron con ese buen hacer de Mayalde, que hace que el público se trasporte a su niñez con esas historias tan bien contadas, con tanto entusiasmo y esa puesta en escena que a unos trasporta, como digo,  a su niñez y a otros, los más pequeños, encanta por reavivar en sus cabezas las historias que sus abuelos les hayan podido contar.

Su mensaje parece haber calado en cuantos estuvieron presentes que, a juzgar por los comentarios hicieron suyo, “debemos ser partícipes en esta cadena de transmisión oral que, una vez «rota», parte de nuestra memoria, costumbres y tradiciones se olvidarán”.

MAYALDE –  escribió Eusebio Mayalde en 2009 – nace en 1980, fruto de un matrimonio y de siete años de alboroto juvenil desahogado en música. Nuestra apuesta inicial fue cambiar la Universidad o lo que fuera por el buceo en las memorias de los viejos de nuestra tierra, que conservaban una parte de nuestra historia jamás escrita en su cabeza, para poder seguir contándola. Y eso es lo que llevamos haciendo casi treinta años. Por toda España, mitad de Europa y parte de América y África.

No podemos quejarnos de falta de reconocimiento por lo que hacemos y nos gusta medir eso, más que por los premios recibidos, por los amigos que hemos hecho. Nos honraron con su sabia experiencia Joaquín Díaz, Vela Zanetti, Venancio Blanco, Ferrán Adriá y muchos más. Cada tarde de concierto, con ese lenguaje universal llamado aplauso, las gentes nos animan a seguir haciendo el trasvase entre los que no contaron las cosas porque no se las preguntaron y los que no las preguntaron porque no las conocían, y vamos cerrando el círculo de la Herencia Antigua, en forma de palabra.

Nunca hemos necesitado manager ni oficina de contratación. La gente, sencillamente, llama a casa porque un amigo le ha dicho que ha visto a una gente que se come el escenario a pedazos y que desarrolla , como oficio, el viejo arte de los hechiceros: escarbar en las vísceras del personal para ofrecer a los Dioses el sacrificio de un canto, un brindis o un baile compartido. Entre «ten con ten» y «machalá, machalá» hicimos una muchacha y un muchacho que fueron creciendo entre bodegas y escenarios, cuentos de viejos y sopita en vino, y que, con el tiempo, fueron entendiendo que la TRADICIÓN está basada en el relevo, que encender un fuego es importante para seguir el hilo, que un toque de sartén puede contar más del ser humano que un tratado de Antropología.

Y henos aquí a los cuatro, Eusebio, Pilar, Laura y Arturo, espetados en una página Web, cuidando a «la madre que parió a la música» y viajando en el carromato de los cómicos lleno de «cacharros y tirinenes para comer y cantar».

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