almeida – 15 de junio de 2014.

Habíamos convertido Santuario en un pequeño hospital. Un día llegaron dos peregrinas en muy malas condiciones, una de ellas tenía una lesión muscular importante que le hacía llevar rígida una de sus rodillas, la otra tenía los pies llenos de ampollas. Venían juntas ya que habían salido desde el mismo sitio y caminaban apoyándose la una en la otra. Cuando llegaron, habían sido superadas mucho tiempo antes por todos los peregrinos que ese día estaban haciendo el mismo camino que ellas.

Cuando las vimos, les dijimos que en esas condiciones no podían continuar, les ofrecimos dos opciones para que ellas escogieran. La primera era llevarlas al hospital más cercano y que fueran los médicos los que se hicieran responsables de su estado y si nos dejaban esa responsabilidad a nosotros, debían quedarse en Santuario hasta que viéramos que se encontraban recuperadas del todo.

Optaron por la segunda opción y les facilitamos un cuarto que era utilizado cuando había muchos hospitaleros y ahora se encontraba vació, allí podrían descansar lo que necesitaran sin ser molestadas por nadie.

Algunos días, mientras íbamos a comprar provisiones, las dejábamos al cargo de Santuario para que atendieran a los peregrinos en nuestra ausencia, así podríamos hacer las compras sin prisa y disponíamos también de alguna hora para nosotros.

Un día vi en la pescadería unas antxoas muy apetecibles, se lo comenté a mi compañero y me dijo que a él también le apetecían y ante su respuesta afirmativa cogí para los dos pues las peregrinas que teníamos “hospitalizadas” eran vegetarianas y hacían su propia comida.

Cuando regresamos a Santuario, mientras yo freía las antxoas después de haberlas pasado por harina y huevo, mi compañero hacía una suculenta ensalada y había calentado una cazuela con las lentejas que habían sobrado de la cena.

Pusimos todo en la mesa y les dijimos a las peregrinas lesionadas que solo habíamos preparado comida para nosotros dos, ya que a ellas les habíamos visto alimentarse únicamente de fruta.

—Yo me comeré un poquito de ensalada —dijo una de ellas.

-Pues yo me serviré un cazo de lentejas ya que veo que solo llevan verduras – dijo la otra.

Nos sentamos los cuatro a la mesa y comenzamos a comer, en ese momento bajaron al comedor dos peregrinos coreanos que habían llegado una hora antes.

Según observaban lo que estábamos comiendo, percibía que a uno de ellos los jugos gástricos le estaban produciendo tanto ruido que delataban el vacío que había en su estómago.

Le invité a que se sentara en la mesa y cuando venció el recelo inicial, los dos se sentaron en la mesa. Compartimos lo que allí había y mi compañero fue a sacar de la nevera una cazuela que había con macarrones ya preparados por si se quedaban con hambre.

En ese momento, entraron una pareja de peregrinos brasileños que ya se habían duchado y percibí en ellos la misma mirada que en los coreanos y ahora, sin decir nada, sacamos dos platos y les servimos un poco de lo que allí había elaborado confeccionando un abundante plato combinado.

Cuando me disponía a seguir con la comida, vi que llegaban dos peregrinos y me levanté para tomar sus datos y registrarlos. Cuando les fui a proporcionar el lugar que tenían para descansar, uno de ellos me dijo que dejaban allí las mochilas y primero irían a comer un menú y luego regresarían para ocupar el espacio que les habíamos asignado.

Les dije que pasaran al comedor, mientras, mi compañero rebuscaba en la nevera todos los restos que allí había para que pudieran alimentarse y si era necesario preparábamos algo de urgencia.

De repente, en media hora, de lo que habíamos previsto para comer los dos hospitaleros, nos encontrábamos comiendo diez personas, ante esa circunstancia que se había producido, una de las peregrinas lesionadas no pudo por menos que afirmar:

—Se ha conseguido de nuevo ver reproducido el milagro de los panes y los peces.

Todos sonreímos porque era verdad, estas situaciones en el Camino son frecuentes y cuando surge el problema, siempre se encuentra alguna solución para salir airosos de ese trance.

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