almeida –5 de febrero de 2015.
Todos la llamábamos Lee, aunque me imagino que ese no era su nombre, éste debía ser impronunciable para nosotros y por eso utilizábamos su apellido que nos resultaba mucho más fácil.
Lee, era una peregrina coreana de complexión más bien fuerte y que poseía una cara muy graciosa, sobre todo cuando hacía gestos por alguna cosa que no comprendía bien, entonces no paraba hasta que no se la explicáramos y para ella fuera comprensible.
Había llegado con un grupo heterogéneo de peregrinos, bueno, ella llegó un par de horas más tarde ya que cualquier cosa que veía llamaba su atención y se detenía el tiempo que fuera necesario hasta que ésta quedara suficientemente satisfecha.
Cuando llegó Lee, sus compañeros de camino la estaban esperando y bromearon con ella diciéndole que creían que se había perdido y tendrían que regresar a buscarla.
-Yo no perdida – decía Lee – yo seguir flecha amarila y llegar siempre.
Durante la cena, me di cuenta enseguida que era una de esas peregrinas que saben disfrutar del camino, ya que todo lo nuevo le causaba sorpresa y hasta que no se informaba de cada cosa, no buscaba una nueva o cambiaba de tema.
Cada una de las cosas que fui sirviendo en la cena, además de contar con la aprobación de Lee, me preguntaba por las cosas que tenía y como lo había elaborado y cuando terminaba de explicarle con detalle cada plato, ella siempre decía:
-Muy bueno. Y añadía el nombre del plato al que se estaba refiriendo.
Después de la cena, tuvimos un rato de tertulia en una sobremesa en la que servimos algunas infusiones y unas copas de licor y cada uno de los peregrinos fue diciéndonos los planes que tenían, ya que al día siguiente llegaban a Fisterra y daban por finalizado su camino.
Cuando llegó el turno de Lee, que se desenvolvía muy bien en el castellano que había aprendido desde que puso sus pies en el camino, dijo:
-Yo no terminar, mañana Fisterra, más mañana Muxia y luego Santiago, dos días en Santiago y Astorga, cinco días de hospitalera en albergue de peregrinos.
Parece que la buena peregrina se había ofrecido en algún albergue y habían quedado en ponerse en contacto de nuevo cuando ella terminara el camino y si la necesitaban podía ir a pasar unos días allí.
La tertulia se prolongó algo más de lo habitual ya que la etapa que tenían que hacer al día siguiente era muy corta y no tenían que madrugar mucho.
Nos despedimos de todos deseándonos las mejores cosas y que el camino nos diera la oportunidad de volver a encontrarnos de nuevo.
Al día siguiente, fuimos a dar un paseo y recorrimos el camino que habían hecho anteriormente los peregrinos, eran unos días en los que apenas llegaba gente y como abríamos tarde, nos daba tiempo para hacer muchas cosas y era aconsejable hacerlas ya que de lo contrario los días resultaban excesivamente largos y sobre todo monótonos.
Cuando descendíamos del faro, nos encontramos de nuevo a Lee, que caminaba en compañía de un peregrino alemán, nos interesamos por saber si había contactado con el albergue donde iba a ir de hospitalera y nos dijo:
-Yo no marchar hoy Fisterra, mañana Fisterra y más mañana Muxia, yo muy contenta aquí y no querer marchar.
Nos volvimos a despedir nuevamente ya que ahora sí creíamos que ya no la íbamos a ver más, pero cuando alguien se encuentra a gusto en un sitio, parece que va echando raíces sin querer.
Dos días después de nuevo teníamos a la peregrina a la puerta del albergue, nos decía que no quería ir hasta Muxia ya que sabía que en el momento que lo hiciera, se habría terminado su camino, por eso trataba de alargarlo lo más que le fuera posible.
Ese día se quedó en el albergue en el que estábamos y fuimos a recorrer algunos lugares con el coche que nos habían recomendado y a todos nos encantaron, sobre todo a Lee que absorbía todo lo nuevo de una manera sorprendente.
De nuevo vimos partir a la peregrina, daba la impresión que en esta ocasión sí se disponía a terminar, iría hasta Fisterra y al día siguiente a Muxia dando de esa forma por terminado su camino.
Pero dos días después, estando de nuevo en Fisterra, nos volvimos a encontrar con la peregrina, ahora lloraba, decía que no quería que el camino se terminara y daba vueltas por Fisterra sin atreverse a llegar a donde ella había establecido que se terminaría su camino.
Ya no la volví a ver mas, pero al cabo de unos días, el día antes de finalizar mi estancia como hospitalero, recibí un mensaje en el móvil, era Lee, que me decía que ya se encontraba en Muxia, aunque lo había pensado bien y volvería de nuevo a Fisterra ya que se encontraba muy a gusto allí y deseaba prolongar su estancia lo máximo que le fuera posible.
Se había olvidado del ofrecimiento de Astorga para estar de hospitalera recibiendo a los peregrinos y se había olvidado sobre todo de regresar a su país, no quería volver ya que sentía que su sitio estaba en aquellas tierras, en contacto con el camino y sobre todo con los peregrinos.
En varias ocasiones me he acordado de esta peregrina que hace el camino como yo creo que debe hacerse, sin ninguna prisa por llegar y sobre todo dejándose sorprender a cada instante por lo que está viendo y asimilando todas esas cosas nuevas que el camino va aportando cada día a quien lo recorre, sea por primera vez o no, siempre hay cosas nuevas que nos van sorprendiendo, porque el camino es algo vivo que va cambiando cada día ya que aunque pasemos cien veces por el mismo lugar seguro que vemos cien cosas diferentes si tenemos la capacidad de saber verlas.
Pero sobre todo, creo que como en una ocasión un peregrino me dijo, en el camino es necesario pensar cada mañana en el día que tenemos por delante y un poco, solo un poco en el día siguiente.
Cuando estoy escribiendo esto, han pasado dos meses desde que Lee llego por primera vez al albergue y de vez en cuando, una vez cada semana, suelo recibir algún mensaje suyo que me dice que es muy feliz y que se encuentra todavía en el camino, no está en un lugar determinado sino que va allí donde su impulso le diga que debe estar o si se encuentra con algún peregrino le acompaña durante unos días y disfrutan mutuamente de la compañía del otro, lo que sí percibo por lo que me dice en sus mensajes, es que sigue sin ganas de querer marcharse porque se encuentra muy a gusto en el camino.