almeida – 17 de junio de 2014.

Para Asier, todo cuanto rodeaba al Camino se encuentra cubierto de un halo de misterio que a pesar de no llegar a comprenderlo le apasionaba tanto que desde la primera vez que lo recorrió, siempre esperaba esas vacaciones para disfrutar plenamente de todo lo que este le aportaba mientras lo recorría.

Era un joven muy observador, le gustaba impregnarse de esa magia que algunos consiguen llegar a respirar en esta senda milenaria y luego intentaba buscar una explicación a todo lo que se había encontrado mientras caminaba, pero era consciente que hay situaciones y momentos en los que es el destino el que determina las cosas y en esos casos no le daba más vueltas y lo aceptaba como tal.

Nos encontrábamos en el patio del albergue y los peregrinos iban contando las vivencias que estaban teniendo en el Camino. Asier, escuchaba con mucha atención todo cuanto se estaba comentando y solo cuando los demás dejaron de hablar, fue compartiendo las suyas y me di cuenta que lo hacía con tanto detalle que todos los ojos se habían centrado en él.

Cuando comenzó su primer camino, lo hizo solo, estaba convencido que siempre habría alguien con quien compartir algunas jornadas, así al menos se lo habían aconsejado algunos amigos a los que pidió consejo antes de comenzar.

Cuando llevaba una semana caminando, coincidió con dos peregrinos de su misma región y estuvo caminando con ellos la mayor parte de su Camino y juntos llegaron hasta Compostela.

Con quien más tiempo pasaba era con Kepa, tenían muchas cosas en común y a Asier le gustaba escuchar las historias que este le contaba de otros caminos que anteriormente había recorrido.

Kepa, era un Ertziana, trabajaba en la policía de su comunidad autónoma y a pesar de la fortaleza física que tenía, algunos días, caminaba con cierta dificultad, se quejaba mucho de los dolores que le producía la mochila en su espalda.

Cuando Asier se interesó por estas dolencias, Kepa le aseguró que este era un camino que debería haber pospuesto porque unos días antes de comenzarlo notó como una inesperada lumbalgia apenas le dejaba moverse.

Pero era un camino que había planificado durante dos años con su amigo. Juntos habían cogido las vacaciones para disfrutar durante un mes caminando.

Cuando comenzaron las molestias, ya estaban a punto de salir y lo más aconsejable hubiera sido posponerlo, pero no podían cambiar las vacaciones. También valoraron que su amigo lo hiciera solo y si Kepa se recuperaba se encontrarían en cualquier lugar del Camino, aunque lo más prudente era dejarlo para otro año, pero cuando se planteó esta posibilidad, Kepa aseguro tajantemente que de ninguna manera porque igual el año siguiente se había muerto y dejaba sin cumplir uno de sus sueños.

Según pasaban los días, el estado de Kepa fue mejorando y la segunda parte del camino ya no volvió a sentir las molestias que tanto dolor le producían y los tres cumplieron con éxito su peregrinación.

Después de terminar el Camino, siguieron manteniendo el contacto, incluso en algunas ocasiones quedaban en algún bar de la ciudad para recordar los momentos que habían disfrutado mientras se encontraban caminando.

Trascurrieron unos meses y un día, Asier recibió la llamada del amigo de Kepa, le comentaba que este había desaparecido el día anterior y llevaban veinticuatro horas sin saber nada de él, la última noticia que habían tenido era que se disponía a hacer en quad una ruta por las montañas de la provincia, pero no había regresado a su casa y tampoco se había puesto en contacto con nadie como era su costumbre.

Se organizó una búsqueda a mayor escala y al día siguiente encontraron el cuerpo inerte de Kepa y a su quad, despeñados en una zona del bosque en donde había un precipicio de treinta o cuarenta metros.

Aquel suceso le hizo pensar en las palabras que unos meses antes había escuchado de labios del que ya consideraba su amigo y pensó en ese destino que en ocasiones nos envía mensajes a los que generalmente no damos importancia y que en ocasiones como esta, se llegar a cumplir.

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