almeida – 23 de enero de 2015.
Anaïs, no tenía intención de detenerse en el albergue en el que me encontraba, según me confesó luego,
esa jornada deseaba caminar dos horas más, aunque no se encontraba con ánimo ya que pensaba que su estrella, esa que la estaba guiando desde hacía muchos días se había eclipsado definitivamente.
Venía caminando desde el norte de Francia, lo hacía con su perra a la que dedicaba todas sus atenciones y con la que le unía una gran complicidad. Mi compañero que se encontraba en el jardín del albergue, al verla pasar, llamó su atención y la invitó a que descansara un rato con nosotros o si lo deseaba se quedara en el albergue.
-No tengo dinero – fue su respuesta antes de romper a llorar.
-Eso no es lo que te he preguntado – dijo mi compañero mientas la rodeaba con su brazo tratando de consolarla – pasa y toma algo caliente y decides si quieres quedarte o no.
Santi, que es un hospitalero muy veterano y ha visto muchas situaciones en el camino, enseguida se dio cuenta que estaba ante una persona con un problema importante y él estaba allí, al menos para prestarle la ayuda que pudiera necesitar.
Antes de acceder al interior del albergue, Anaïs se ocupó que su perra estuviera cómoda, le puso un cuenco con alimento y otro lo llenó de agua para que bebiera y cuando ya vio que la perra estaba pendiente únicamente de alimentarse, fue cuando ella accedió a entrar al interior del albergue.
Mientras, Santi nos había dicho que preparáramos algo de comida, ya que la joven parecía que necesitaba alimentarse, en su cara además de la tristeza se percibía un cansancio importante.
Al ver lo que le habíamos puesto en la mesa, la peregrina rompió a llorar y de nuevo volvió a comentarnos:
-No tengo dinero, no podré pagar la comida.
-No estamos aquí para recaudar dinero – fue la respuesta de Santi – en esta casa, recibimos y cuidamos de los peregrinos y no les pedimos nada a cambio.
-He perdido mi cartera – dijo la peregrina – llevaba todo en ella, documentación, tarjetas y el dinero que había sacado el día anterior, para evitar las comisiones que me cobran cada vez que saco dinero, extraigo 300 €uros con los cuales voy tirando casi dos semanas.
Nos miramos y en nuestra mirada, algo reflejaba que nos estaba diciendo la verdad, a veces algunos peregrinos que no quieren colaborar con los albergues de peregrinos ponen esta excusa, pero en esta ocasión sabíamos a ciencia cierta que nos estaba comentando la verdad.
Anaïs fue ingiriendo los alimentos que le habíamos puesto, aunque antes de terminar salio al exterior para ver si su perra se encontraba cómoda, ésta ya había terminado lo que habían puesto en su cuenco y se encontraba tirada descansando sobre la hierba.
Cuando regresó de nuevo al interior del albergue y terminó la comida, le preparamos una infusión y nos sentamos en el sofá mientras degustábamos unos cafés y unas infusiones.
Sabemos que en estas situaciones, no es conveniente atosigar al peregrino con preguntas, generalmente son ellos los que desean desahogarse y Anaïs no era diferente y cuando se sintió cómoda, comenzó a contarnos su historia que escuchamos con atención.
Vivía en un pequeño pueblo en la región de Normandía y se consideraba una persona feliz, tenía una pareja de la que estaba profundamente enamorada y trabajaba en lo que le gustaba, en contacto con la naturaleza, había estudiado la carrera de Ingeniero Agrónomo y había tenido la suerte de encontrar un trabajo en lo que había decidido que fuera su profesión.
Un buen día, todo cambió, en una de las fincas en las que estaba aplicando un tratamiento a una plantación, los dueños de la finca le mostraron una camada de perros que había tenido una perra que vivía en la finca y Anaïs al ver los cachorros mamando de los pezones de la perra, se quedo mirando al cachorro más pequeño, aunque todos habían nacido al mismo tiempo, el cachorro era apartado constantemente de los pezones que les alimentaban y su crecimiento no estaba siendo tan normal como el de sus hermanos.
Anaïs trató de guiar al cachorro para que también se alimentara pero cuando se apartaba enseguida era expulsada por el que parecía llevar la voz cantante y lo cogio en sus brazos como si tratara de consolarle.
Era una pequeña perrita con un pelaje claro y muy suave, al sentir el contacto cariñoso de la joven, se abalanzo hacia el pecho de esta como si el instinto le dijera que allí también había unas mamas que podían darle alimento.
-Es un problema – dijo la dueña de la finca – se está viendo rechazada por sus hermanos de camada y cuando nos damos cuenta vemos que es la única que no mama como debería hacerlo, por eso le estamos dando biberones para que no se muera de inanición.
-Pero no es justo – comento Anaïs – se la ve tan desamparada.
Mientras la joven hablaba, la pequeña perra clavó sus ojos en los de la joven, aquella mirada, no la olvidará nunca, vio en ella tanta ternura y a la vez tristeza que la conmovió.
-Si queréis, yo puedo encargarme de ella – dijo Anaïs – puedo alimentarla todos los días con biberones y cuando esté fuera de peligro que ya pueda alimentarse sola os la traigo.
-Si la quieres, te la regalamos –dijo el dueño de la finca, no podemos quedarnos con todos los cachorros y esta pequeña no va a estar con nadie mejor que contigo, no se si la adoptas tu o es ella la que te ha adoptado a ti.
Siempre le habían gustado los animales, pero no entraba en sus planes hacerse cargo de uno, era demasiada responsabilidad y la restaría algo de libertad, pero no pudo decir que no, sentía que aquel cachorro la necesitaba en esos momentos y aceptó hacerse cargo de ella.
Cuando llegó a casa, estaba feliz, se la veía ilusionada y al mostrarle a su pareja lo que acababa de adquirir, percibió que a éste no le hacia mucha ilusión, pero estaba convencida que también su compañero se acostumbraría a su presencia y acabaría aceptándola.
Anaïs fue adaptando los biberones de Ajna, que era como llamaba al cachorro a sus horarios de comida, pero con sorpresa fue percibiendo que su compañero se ausentaba con cualquier excusa de esos momentos que siempre habían compartido juntos. Al principio no le dio mucha importancia, pero se fue dando cuenta que aquella situación no era normal y un día su compañero le dijo que debía elegir entre Ajna o él.
Aquello Anaïs no se lo esperaba y fue un mazazo para ella ya que no esperaba aquella reacción de su pareja, le demostró que no le conocía como ella pensaba y aquel ultimátum la hizo valorar la relación que estaba manteniendo.
Fue un día de muchas dudas, sobre todo de mucho análisis, su mundo se venía abajo y era consciente que no podía continuar en aquella situación y abandonó el que consideraba su hogar.
Algo le decía a la joven que debía reorientar su vida, era consciente que tenía una estrella que la protegía y necesitaba saber cuál era. Después de darle muchas vueltas, tratando de encontrar esa estrella, llegó a la conclusión que el único lugar en donde podía encontrarla es en ese camino de las Estrellas que muchos peregrinos seguían hasta el fin de la tierra y decidió que ella también lo seguiría.
Esperó a que Anja estuviera lo suficientemente desarrollada para afrontar este camino y cuando estuvo convencida de que podía hacerlo, dejó todo y guardó en una mochila lo que podía necesitar y habilitó una pequeña mochila para Ajna donde llevaría las provisiones diarias que la perra pudiera necesitar.
Cada vez estaba más convencida de esa estrella que tenía, ella era quien la estaba guiando y se hacía ostensible en los momentos en los que surgía algún contratiempo ya que generalmente de la forma más insospechada salía con bien de él.
En una ocasión, llevaba caminando muchos kilómetros y no encontraba ningún lugar en el que pudiera pasar la noche bajo techo, no podía permitirse ir a un hotel ya que su economía no se lo permitía, ahora no disponía de ingresos y tenia que arreglarse con los ahorros que disponía para el largo camino que estaba haciendo ya que se había propuesto estar caminando un año. Además si en algún momento como el que se encontraba no tenía otra opción que pagar mas de lo previsto por dormir, estaba el problema que a su perra no la admitían en cualquier lugar.
Por ese motivo, se dirigió a la comisaría de policía de un pueblo en el que explicó la situación en la que se encontraba, pero el agente que la escuchó, no le ofreció ninguna solución, por lo que por primera vez pensó que su estrella la había abandonado.
Se sentó en un banco que había enfrente de la comisaría. Era una noche fresca, por lo que después de aislar el suelo con unos cartones para que Ajna pudiera dormir sin que la humedad del suelo estuviera en contacto con su piel, ella sacó de la mochila la ropa de abrigo y se acurruco como puedo en el banco tratando que el frío no la afectara también a ella.
Cuando llegaron las diez de la noche, en la comisaría se percibió cierto movimiento, era el cambio de turno, se marchaban los que habían estado de tarde y llegaban los que iban a hacer el turno de noche.
Uno de los agentes que comenzaban su jornada laboral, se percató de Anaïs y de su perra que apenas se movían para conservar el calor de sus cuerpos en lo que se presagiaba una noche muy fría. El agente se dirigió donde la peregrina se encontraba para interesarse por su estado y porqué estaban allí.
Ella le explico lo que le había ocurrido con su compañero que apenas había prestado atención a la situación en la que se encontraba y el agente la invito a que pasara al interior y mientras acomodaba un lugar en el que pudiera dormir en la comisaría, encargó a una cafetería cercana que le llevaran una gran taza de chocolote caliente y unos bollos para que la peregrina se entonara y se alimentara.
De nuevo volvió a creer en el ser humano, o quizá era esa estrella que la protegía y que en contra de lo que ella pensaba, no se había alejado de su lado. Durmió en la comisaría donde cayó rendida nada mas ingerir lo que le habían traído ya que el cansancio que llevaba acumulado era muy grande.
Volvía a confiar en esa estrella, sabia que si la había protegido en esos momentos difíciles no la abandonaría nunca y una vez que se encontraran ya sabría cual era y podría identificarla entre todas las demás.
Era muy feliz caminando junto a Ajna y a ésta se la veía también muy contenta con la dueña que le había tocado en suerte. Cuando llegaban a un prado o una zona verde, se detenían el tiempo que fuera necesario y retozaban alegremente transmitiendo esas muestras de cariño y afecto que cada vez eran más fuertes.
Los días transcurrían de una forma muy monótona, aunque cada jornada era muy diferente ya que le estaba aportando muchas cosas y la estaba haciendo crecer interiormente, percibía esa paz que le transmitía su voz interior y creía que había llegado a ese estado en el que muchas veces había pensado o quizá lo había soñado, lo cierto es que estaba convencida que las cosas siempre ocurren por algún motivo y la dura decisión que tuvo que tomar, fue la más adecuada.
Llevaba caminando tres meses, esa jornada que coincidió con nosotros, ara la ultima, estaba a punto de llegar al fin del mundo, a ese lugar con el que tanto había soñado, por fin iba a convertirse en una realidad, aunque seguía sin distinguir a su estrella a pesar que ella sabia que estaba en algún lugar, pero se haría presente cuando ella o el camino lo decidieran.
Una hora antes de conocernos, entró en un bar para tomar un café, cuando fue a sacar su cartera, se dio cuenta que no estaba donde la dejaba siempre, miró por todos los lados y deshizo la mochila, pero no había restos de la cartera, allí estaba todo lo que tenía, lo había perdido todo y la fuerte peregrina se vino abajo.
Fue la primera vez desde que comenzó su camino que tuvo la sensación de que todos sus sueños se trastocaban, no le quedaría mas remedio que buscar la forma de volver a su país ya que todo lo que tenía se había perdido. Siempre había tenido confianza en las cosas que tenían que pasar y que estas lo harían de la mejor forma para ella, pero ahora, justo cuando había alcanzado su meta, cuando tenía que saber cuál era su estrella, ésta le había abandonado.
Toda la seguridad en sí misma desde que comenzó a caminar se había perdido, ya no tenía confianza en lo que estaba haciendo. Y mientras recordaba su desgracia las lágrimas de nuevo volvieron a deslizarse por sus mejillas.
-¿No la habrás dejado en donde estuviste durmiendo anoche? – le dijo Santi.
-Estoy segura que no, esta mañana cuando he salido, he tomado un café y he pagado con el dinero que tenia en la cartera. Yo creo – dijo tratando de recordar – que en el camino he visto unas piedras que han llamado mi atención y es en ese lugar donde he debido perderla.
-Si quieres – propuso Santi – vamos hasta el albergue donde has dormido y les contamos lo que ha pasado y que lo comenten con los peregrinos por si alguien la encuentra, que te llamen y sepan donde estás y te la puedan entregar.
-Si, por favor – suspiro la joven.
Mientras ellos se fueron con el coche, yo me quede en el albergue esperándoles. Tardaron varias horas y cuando llegaron nada mas ver sus caras, no hizo falta que les preguntara nada, no habían tenido suerte, pero era cosa de esperar al día siguiente a ver si algún peregrino tenía la fortuna de encontrarla.
Tratamos de ser realistas con la joven para que no se hiciera falsas esperanzas, era mejor que fuera asumiendo que no la iba a encontrar. En el camino por el que había venido, pasaban bastantes peregrino y además era temporada de caza y por aquella zona también habían pasado muchos cazadores, por lo que si la cartera aparecía, lo cual era un pequeño milagro, seguro que el dinero que tenía no estaba ya en su interior y las tarjetas era probable que tampoco. Lo mejor era ir al día siguiente a la policía a presentar una denuncia y dar de baja las tarjetas bancarias para que el perjuicio no fuera mayor.
Esa noche, Anaïs apenas pudo conciliar el sueño, por la mañana las ojeras que tenia confirmaban que se había pasado toda la noche en vela, quizá diera una y mil vueltas a lo que iba a hacer, como aquel día que su pareja le presentó el ultimátum, ahora tenia que tomar una decisión y lo que más posibilidades tenia era regresar a su casa para solucionar los problemas que se le habían presentado.
Apenas desayunó, estaba ansiosa por ir a la comisaría para poner la denuncia, aunque lo primero que hizo fue seguir el consejo de Santi y anular las tarjetas. Le confirmaron que no se había utilizado ninguna lo que fue un alivio para ella, pero a la vez le confirmó lo que tanto temía, al cancelar sus recursos, ya no podía sacar dinero y tendría que volver a casa.
La policía, cursó la denuncia y tomó los datos de Anaïs por si había alguna noticia y le expidió un certificado para que durante el tiempo que estuviera en el país, estuviera identificada, se había hecho todo lo que podíamos hacer y ya no había nada que estuviera en nuestras manos, solo había que confiar en la providencia para ver si se producía algún pequeño milagro.
Pero la joven no estaba dispuesta a rendirse, ella estaba convencida que la cartera se había caído junto a las piedras que había al lado del camino y nos dijo que se iría caminando y luego regresaría, no podía desistir, no era de las que se rinden fácilmente.
Lo que nos estaba proponiendo era una temeridad, la distancia hasta el lugar en el que había pernoctado el día anterior era muy larga, había cerca de veinticinco kilómetros y otros tantos de vuelta, un esfuerzo que difícilmente podría soportar, además apenas había descansado durante la noche y no lo soportaría.
Decidimos que lo mejor era desplazarnos en coche hasta el pueblo y ella volvería caminando al menos dos horas hasta el siguiente pueblo y allí la recogeríamos, era lo más sensato y aunque nadie creíamos que pudiera encontrar la cartera, no le podíamos privar de al menos haberlo intentado.
Cuando llegamos al pequeño pueblo, la noticia se había difundido como un reguero de pólvora y los escasos cien habitantes de la población estaba al corriente de ello.
Santi no quiso dejar a la peregrina sola, iría caminando con ella y yo me desplazaría con el coche y les recogería dos horas más tarde en la siguiente población ya que con el coche no era posible seguir el trazado del camino.
Como contaba con suficiente tiempo, decidí recorrer esta pequeña población que cuenta con algunas construcciones muy típicas de la zona y muy interesantes, así haría tiempo hasta ir a recogerles.
Anaïs y Santi fueron por el camino con una separación entre ellos tratando de abarcar con la vista la mayor parte del mismo. Cuando se encontraban a media docena de metros de donde estaban las piedras, Anaïs lanzo un grito que casi asusto a Santi:
-¡Mi cartera!
-Fueron a donde la joven señalaba y allí estaba la cartera, se encontraba en medio del camino, parecía un milagro que hubiera pasado desapercibida, aunque Santi pensaba que había extraído lo que se encontraba en su interior y la habían vuelto a dejar tirada. Pero cuando la peregrina la tuvo en sus manos, percibió que se encontraba muy húmeda de haber estado toda la noche a la intemperie y casi sin creerse lo que había pasado, nerviosa, se apresuró a abrirla y vio que estaba intacta, no habían tocado nada de su contenido, allí estaba el dinero, las tarjetas de crédito y toda la documentación.
Se fundieron en un fuerte abrazo a través del cual se transmitieron tantas cosas que sería imposible poder describirlas, pero si hubiera que hacerlo con una palabra, esta sería ilusión.
La joven había recuperado de nuevo la ilusión y sobre todo la esperanza, esa que había comenzado a perder a pesar que ella estaba convencida que no le abandonaría nunca porque su estrella seguía protegiéndola.
Cuando les vi aparecer de nuevo por el camino, al verles abrazados y sonrientes, me imagine lo que había ocurrido, aunque seguía sin dar crédito a lo que me estaban contando, que se encontrara intacta y que nadie la hubiera visto a pesar de las personas que debieron pasar por aquel lugar.
Anaïs no hacía más que repetir que su estrella no la había abandonado y seguía con ella, se encontraba feliz y por primera vez me fije en que sus ojos eran muy hermosos, el tiempo que había estado con ella se encontraban apagados y apenas brillaban como lo hacían ahora.
Regresamos al albergue y cuando Anaïs se reencontró con su perra se abrazaron y retozaron por el césped del jardín. Ajna daba saltos como si ella también comprendiera lo que estaba pasando y fuer participe de la alegría general que había entrado en el albergue y sobre todo de la alegría que veía en el rostro de su dueña.
De nuevo tuve la sensación que me encontraba ante uno de esos casos que aunque no tienen nada de milagrosos, solo pueden ocurrir en el camino y es una de esas situaciones que nos vuelven a hacer pensar en esa magia que dicen que tiene esta ruta que en ocasiones como esta sigue siendo más mágica que nunca.
La peregrina por fin pudo comer a gusto y volver a sonreír, aunque el cansancio y sobre todo el nerviosismo que se habían acumulado en su cuerpo se hacían mas patentes que nunca, por lo que siguiendo nuestro consejo se retiro al cuarto de los peregrinos y pudo por fin conciliar ese sueño que tanto necesitaba.
La noticia de la aparición de la cartera enseguida se corrió no solo en el pequeño pueblo donde antes estuvimos, las gentes de este lugar lo habían ido comentando y ahora eran los peregrinos lo que iban comentando la noticia y la iban transmitiendo por aquellos lugares por los que pasaban.
También nosotros en el albergue no teníamos otro tema de conversación era el acontecimiento del día y porque no decirlo, era ese pequeño milagro que se había producido ese día en un lugar del camino.
Por la noche, después de cenar, salimos al jardín a tomar una infusión, el cielo estaba limpio y las estrellas brillaban con toda intensidad y al estar alejados de cualquier foco luminoso, brillaban como muy pocas veces podemos verlas.
Santi se quedo mirando el firmamento y señalo a una de las estrellas más brillantes, Sirio, comentó que era como habían puesto de nombre a su nieta Siria y que su brillo, como el de su nieta, destacaba sobre las demás.
La joven, calentándose las manos con la infusión y mirando a donde Santi le había señalado dijo:
-Cuando comencé este camino, venia buscando mi estrella, sabia que se encontraba ahí, pero entre tantas no podía identificarla, ahora creo que ya lo puedo hacer, tú serás mi estrella el resto de mi vida, cuando trate de imaginármela, será tu imagen la que se forme en mi mente ya que sin tu ayuda no hubiera posible que ocurriera esto y cuando mire al cielo te vinculare con Sirio, ella será mi estrella en el cielo lo mismo que tu lo eres en el camino.
Se fundieron el un fuerte abrazo mientras contemplaban el firmamento y vieron como una estrella fugaz cruzo el cielo lo que tomaron los dos como una confirmación de lo que estaban diciendo.