SAF – 16 de mayo de 2014.
Tábara celebró ayer la festividad de San Isidro, pidiéndole al Santo por las cosechas como manda la tradición.
Este año, se estrenaba la nueva imagen tras haber sido reparada de la caída del pasado año. Los labradores, tal como habían prometido, corrieron con los gastos de la restauración y la procesión volvió a brillar con todo el esplendor de una imagen totalmente restaurada y muy elegante.
D. José Manuel, tal como se le pide en los cánticos del ramo, bendijo los campos y entre otros favores, se le pidió al Santo un poco de lluvia, favor que en numerosas ocasiones ha concedido cuando realmente se dependía de las cosechas para alimentarse y alimentar a los animales durante todo el año.
Sin embargo, parece que el santo sigue enviándonos avisos y algo nos quiere transmitir, porque si el pasado año se cayó de las andas, este fue su reluciente corona la que se desplomó …
Antiguamente eran los mozos del pueblo los que portaban el ramo y los pequeños exhibían los bollos maimones, todo ello confeccionado previamente por las señoras del pueblo. Hoy, afortunadamente, la tradición sigue viva aunque el ramo sea pequeñín y lo porten lo lleven los más pequeños como el resto de los bollos. Manolo se encarga de la subasta y con su vozarrón va aumentando las posturas hasta conseguir ir entregando uno a uno todos los bollos y las rosquillas a los mejore postores; previo, eso sí, de haber subastados los 4 brazos de las andas para introducirlo en la iglesia.
Un refresco para todo el pueblo en el Reloj, ofrecido por los labradores, dio por finalizada la fiesta.
Para ver la galería de fotos, pincha aquí
A continuación los versos que las mozas del pueblo cantan en la iglesia, antes de empezar el rosario y la procesión:

CANTICOS DE SAN ISIDRO LABRADOR
Para empezar a cantar
a dios pedimos licencia
San Isidro labrador
la alcance con su clemencia.
Imploramos el auxilio
y la ayuda del señor
pidiendo a San Isidro
humildes su protección.
En este sagrado templo
estemos con atención
como lo hacía este santo
todo el tiempo que vivió.

Oh glorioso San Isidro
te queremos imitar
para que un día podamos
de tu presencia gozar.
labradores tabaresesImitaz a San Isidro
y viereis en vuestras eras
gran aumento de las mieses.
San Isidro labrador
santo de muchos milagros
a los pobres hacéis ricos
y a los pecadores santos.

Si queréis tener bienes
y gozar del paraíso
no tenéis más que hacer
que imitar a San Isidro.
Con la señal de la Cruz
ofrezcamos el trabajo
y no tendremos cansancio
siendo por dios ayudados.
En Madrid nació este santo
de padres muy bien formados
en cumplir con los deberes
que tenían de cristianos.
San Isidro ve en sus padres

gran educación cristiana
y virtuosas costumbres
que son modelos del alma.
Viendo este inocente niño
que sus padres eran buenos
procura con diligencia
copiarlos con santo celo.
El señor ve la humildad
en tan tierno corazón
y hace a San Isidro santo
para nuestra imitación.
Este pueblo Tabarés
que siempre te ha venerado
hoy venimos a pedirte
protejas nuestros sembrados.
Oh glorioso San Isidro
santo de mucho poder
manda regar nuestros campos
no dejes que pasen sed.
Mira por los campesinos
santo de nuestros amores
porque, de seguir así,
se acaban los labradores.
San Isidro, San Isidro
santo de muchos milagros
te pedimos que los campos
estén bajo tu cuidado.
Las lluvias las mandareis
cuando el fruto tenga falta
pues tu poder es muy grande
y de dios todo lo alcanzas.
Como todo lo concedes
la divina majestad
te pedimos nos aumentes
los frutos con tu bondad.
Te pedimos por favor
que nos conserves los campos
fruto de nuestro sudor
y afanes de todo el año.
Este ramo te ofrecemos
de nuestra corta pobreza
con vuestro poder señor
tendremos buena cosecha.
A nuestras autoridades
les pedimos por favor
manden subastar la ofrenda
de este santo labrador.
Mozos que lleváis la ofrenda
llevadla con alegría
San Isidro labrador
os lo pagará algún día.
Hoy sales en procesión
con todos los labradores
porque son agradecidos
recibiendo tus favores.
Nos despedimos de ti
oh gran santo labrador
y que nuestro sacerdote
nos eche la bendición.
En Biografías y Vidas podemos leer sobre San Isidro Labrador lo siguiente:
(Alrededores de Madrid, hacia 1080 – Madrid, 1130) Santo español, patrono de la Villa de Madrid y de los agricultores. Aunque no se tienen demasiados datos biográficos sobre el santo, parece ser que vino al mundo en el seno de una familia humildísima, poco antes de la reconquista de Madrid, en una casa situada donde en la actualidad se halla la calle de las Aguas. Quedó huérfano muy pronto, así que el joven Isidro se buscó el sustento con trabajos como el de pocero hasta que finalmente se empleó como labrador.
Cuando Alí, rey de Marruecos, atacó Madrid en 1110, Isidro hizo como muchos otros y se trasladó a Torrelaguna, donde continuó con el mismo género de vida, dedicada al trabajo y a la oración, que había llevado hasta el momento. Fue precisamente en la parroquia de esta localidad donde contrajo matrimonio con una joven llamada María, natural de Uceda, cuya dote matrimonial fue una heredad en su pueblo natal, lo que fue causa de que los esposos se establecieran allí para trabajar las tierras por cuenta propia.
Aunque Isidro era piadoso y devoto, su esposa no le iba a la zaga a este respecto, ni tampoco en cuanto a laboriosidad, todo lo cual hizo -según la leyenda- que se granjearan la predilección de Dios, que los benefició con su ayuda innumerables veces, como cuando salvó milagrosamente a su hijo único que había caído en un profundo pozo o cuando permitió a María pasar a pie enjuto sobre el río Jarama y así librarse de los infundios de infidelidad que contra ella lanzaban las gentes.
En 1119, Isidro volvió de nuevo a Madrid, y entró a trabajar como jornalero agricultor al servicio de un tal Juan de Vargas. Estableció su morada junto a la Iglesia de San Andrés, donde oía la misa del alba todas las mañanas y, luego, atravesaba el puente de Segovia -las tierras de su patrón estaban del otro lado del Manzanares- para aprestarse al duro trabajo de roturar la tierra con el arado. Se dice de él que daba cuanto tenía a los menesterosos, y aún a las palomas hambrientas cedía las migas de pan de las que se alimentaba.
Con el correr del tiempo decidieron los esposos separarse para llevar una vida de mayor santidad; marchó así Isidro a Madrid, mientras María quedaba en Caraquiz consagrada al cuidado de la ermita, la cual barría y aseaba diariamente, al tiempo que pedía limosna para costear el aceite que alumbraba la imagen. La separación duró hasta la última enfermedad del santo, cuando María tuvo noticia por un ángel de la muerte de su marido. Corrió presta a la Villa y no se separó del lado de su esposo hasta que éste exhaló su último aliento. Luego volvió a Caraquiz y, después de unos años, también murió.
A Isidro, como pobre de solemnidad que era, se le enterró en el cementerio de la parroquia de San Andrés, en una tosca caja de madera sin cepillar. Transcurridos cuarenta años, como los prodigios de Isidro seguían corriendo de boca en boca, ante la insistencia del pueblo, se exhumó el cuerpo y se le dio sepultura en el interior del templo. Se vio entonces que, a pesar del tiempo transcurrido y de haber estado expuesto a las inclemencias meteorológicas, todavía se conservaba entero y de color tan natural como si estuviera vivo, prodigio que se ha podido comprobar en las múltiples traslaciones que de su cuerpo se han hecho.
Cuando Alfonso VIII vino a Madrid tras haber derrotado al moro en las Navas de Tolosa, ordenó que el cuerpo fuera colocado en un arca bellamente policromada con escenas de la vida de Isidro. La beatificación, pronunciada por Paulo V el 14 de junio de 1619, a instancias de Felipe III, fue acontecimiento largo tiempo esperado por el pueblo madrileño; para conmemorar el evento se celebraron grandes festejos, en el transcurso de los cuales se inauguró la plaza Mayor.
El 19 de junio de 1622, Isidro, que en la memoria del pueblo ya era santo, fue canonizado por el papa Gregorio XV, junto a Santa Teresa de Jesús, San Ignacio de Loyola, San Francisco Javier y San Felipe Neri. En 1657 el arquitecto fray Diego de Madrid comenzó a levantar la capilla de San Isidro -primer ejemplo del barroco madrileño-, aneja a la iglesia de San Andrés, destinada a contener la urna del santo, cuyo traslado se produjo definitivamente en 1669. El 4 de febrero de 1789, Carlos III ordenó que la urna fuera instalada en el antiguo Colegio Imperial, que pasó a llamarse entonces Iglesia Real de San Isidro, y que luego sería la catedral de Madrid.