almeida – 31 de octubre de 2015.
Tres cosas tiene el camino que lo hacen diferente y que casi son características de esta ruta milenaria, las ampollas, tendinitis y los ronquidos.
Las tres son tan serias que pueden llegar a hacer que abandonemos en un momento determinado lo que con tanta ilusión hemos ido planificando durante meses.
Generalmente las dos primeras suelen tener remedio. Unas ampollas si se tratan a tiempo y de forma adecuada se pueden llegar a curar sin que nos retrasen excesivamente la planificación que hemos programado. Algo más complicada es la molesta tendinitis ya que para hacer que desaparezca es necesario tener un reposo más o menos prolongado. Lo que resulta insoportable es caminar junto a un peregrino roncador ya que si tenemos la desgracia que nos toque junto a él durante varias etapas, la falta de descanso puede hacer que obligatoriamente nos planteemos abandonar el camino o lo que resulta más peligroso, durante la noche dar rienda suelta a nuestros instintos y cometer algún acto que nunca hubiéramos deseado.
Los conciertos que en algunas ocasiones debemos obligatoriamente disfrutar en los albergues llegan a resultar insoportables y hay algunos peregrinos que ni los más densos tapones de cera o de látex, evitan que pasemos toda la noche en vela.
En estos casos resulta muy efectivo alterar el programa de las etapas, pero solo nos evita perder de vista a quien hemos sufrido en varias ocasiones, la incógnita es lo que nos deparara la siguiente etapa en la que generalmente solemos encontrar algún compañero de la misma banda.
En una ocasión, leí a la entrada de un albergue “si los ronquidos no te dejan dormir, imagínate que son las olas del mar y meciéndote con ellas conseguirás conciliar el sueño”. Lo que este cartel no explicaba es que cuando oyes el murmullo de las olas del mar, generalmente el sonido viene siempre del lado en el que éstas se encuentran y en los albergues en ocasiones los ronquidos suelen aparecer en sonido sexafónico porque vienen de la litera de arriba, de las literas de la derecha y de las de la izquierda y si el albergue dispone de dos o más filas de literas, seguro que entonces aparece Murphy con su ley y nos obsequia con un concierto en el que nosotros nos convertimos en el centro de la orquesta.
La solución más práctica que he leído para estos casos es una que me proporcionó un amigo peregrino, la única pega es que solo funciona con las personas del mismo sexo. Cuando se tiene al lado un peregrino que sabemos que es roncador, debemos esperar a que se duerma antes de ir a nuestra litera. Cuando comprobamos que se encuentra profundamente dormido, avanzamos sigilosamente hasta su litera y nos acercamos con mucha suavidad y le damos un gran beso en la boca con lo que conseguimos que se despierte y al darse cuenta de lo que ha pasado, es seguro que se levanta de su cama y permanece toda la noche de pie con la espalda contra la pared. Generalmente no suelo tener problemas con los roncadores ya que mi sueño es bastante profundo, pero en la primera ocasión que esto me ocurra, seguiré los consejos de mi amigo para ver si son tan eficaces como él aseguraba.
Aunque pensándolo bien, qué sería el camino si no hay ampollas, tendinitis y sobe todo roncadores.