Ahora no aullaban pero el frío brillo de su mirada era como si témpanos de hielo atravesaran el cuerpo de Bernard cada vez que contemplaba sus ojos.
Bernard se había equivocado pensando que el sacrificio del asno iba a contener a la manada, desconocía que el lobo es un asesino en potencia y debido a las condiciones en las que suele vivir, está acostumbrado a matar todo lo que encuentra. Las bajas temperaturas conservan los cuerpos sin que se descompongan y cuando va sintiendo hambre, su olfato le conduce al lugar en el que se encuentra alguno de los animales que anteriormente han matado.
De nuevo la situación volvía a ser muy comprometida ya que su plan había fracasado y solo le quedaba enfrentarse a esas bestias antes de que ellas fueran acorralándoles y atacaran en el momento menos oportuno, cuando no tuvieran ninguna opción para defenderse.
Calculó que en una hora llegaría a lo alto del segundo collado, parecía el definitivo y desde allí solo les quedaría ir descendiendo hasta el valle en el que se encontrarían a salvo.
El cansancio, el frío y la oscuridad no le permitían pensar con claridad. Pensó que aún quedaban cuatro o cinco horas para que amaneciera, si conseguían mantenerse vivos durante ese tiempo, todavía tendrían alguna oportunidad, pero cada vez lo veía más lejano y difícil de conseguir.
La última hora no habló nada con Marie, sabía que aunque tratara de decirle palabras de ánimo, ella le conocía lo suficiente para saber que la estaba engañando, el tono de su voz le delataría y la preocuparía innecesariamente más de lo que ambos estaban ya porque eran conscientes del peligro que había a su alrededor.
Al llegar a uno de los prados que había nada más comenzar a descender hacia el valle, le pareció ver a unos metros del camino una cabaña de madera, pero pensó que era su imaginación que le estaba comenzando a jugar malas pasadas haciéndole tener alucinaciones. No obstante, le dijo a Marie que sujetara las riendas de los animales y se acercó caminando hasta lo que le había parecido un sueño.
Bendijo a todos los santos al comprobar que era una sencilla construcción que los pastores habían construido para resguardarse de las inclemencias del tiempo y fue corriendo hacia donde Marie se encontraba para informarle del descubrimiento que acababa de hacer. Ahora sí pensó que podían tener una oportunidad de salvarse ya que se resguardarían allí hasta que amaneciera y podrían continuar el descenso hasta el valle donde podrían encontrar el auxilio que necesitaban.
La cabaña era un pequeño habitáculo hecho con troncos de madera de unos tres metros de lado y dos de altura. Se encontraba cubierta por lo que el interior estaba seco y en uno de los extremos había un habitáculo algo más pequeño donde encerraron a los animales.
Cuando descargó las cosas que las bestias llevaban encima y las introdujo en el interior de la cabaña, buscó un lugar en el que Marie se tumbara sobre las mantas que había dispuesto en el suelo para protegerla de la humedad. Salió a buscar algo de leña para preparar un fuego con el que poder calentar sus cuerpos y caldear la estancia.
Al entrar observo cóomo Marie agarraba su estomago con ambas manos y el dolor que estaba teniendo hacía que algunas lágrimas resbalaran por sus mejillas.
—No debes preocuparte, ya estamos a salvo, esperaremos hasta que amanezca y solo nos queda descender durante unas horas y estaremos a salvo.