
En ese momento, unas campanadas hicieron que los dos callaran para escuchar el tañer de la campana, era un toque de gran duración con un cambio lento y paulatino de la velocidad que no se utilizaba con frecuencia, pero a los dos les hizo suponer lo que estaba anunciando.
—Es un toque de difuntos —comentó Bernard —¿Quién se ha muerto?
—Creo que se trata de Gonzalo, cuando marché no se encontraba bien, había contraído unas fiebres y hoy no le he visto en la comida. He preguntado por él, pero me han dicho que las fiebres eran cada vez mayores y que no se podía hacer nada por su vida, solo nos quedaba rezar.
Uno de los sirvientes vino a comunicarle a frey Tomás el fallecimiento de Gonzalo y quería que el preceptor le informara lo que debían hacer.
—Prepárenlo como se hace siempre, vayan cavando una fosa en el camposanto y dispongan el velatorio en la capilla, mañana haremos la misa de funeral antes de la comida. Por cierto, ¿tenía algún familiar?
—Sí, era de Villatuerta y tiene todavía allí algún hermano, sus padres fallecieron ya hace unos años.
—Pues envíen a alguien para avisarles y dispongan de un cuarto por si alguno de los familiares quiere descansar durante el velatorio.
Salieron al patio y frey Tomás se dirigió hasta el camposanto donde ya estaban cavando la fosa que acogería el cuerpo de Gonzalo, entonces a Bernard se le ocurrió una idea, cogió del brazo a frey Tomas y le apartó del lugar en el que los sirvientes estaban excavando.
—¿Y si lo ocultamos ahí?, es una tumba y nadie sospechará que el dinero está oculto en la tumba.
—Me parece una idea muy buena – dijo el preceptor.
Volvieron de nuevo junto a la fosa, de la que llevaban casi un metro excavado, se pusieron junto a uno de los montones de tierra que estaban extrayendo y frey Tomás llamó la atención del siervo que estaba al cargo de hacer la fosa.
—¿Qué profundidad le van a dar? —preguntó.
—Como hacemos siempre, profundizaremos metro y medio, es lo que solemos hacer habitualmente —dijo el siervo.
—Mejor denle algo más de profundidad, excaven medio metro más, no sabemos si las fiebres eran contagiosas y es mejor cubrirlo con un poco más de tierra —dijo Tomás.
—Como usted ordene, profundizaremos hasta los dos metros —asintió el siervo.
Planearon cómo harían para trasladar el oro hasta la tumba. Esperarían a que todos se encontraran en la iglesia velando el cadáver, entonces, los dos se retirarían con disimulo e irían llevando las bolsas hasta la fosa y una vez que las depositaran en el fondo, las cubrirían con una capa de tierra.
Les costó más de lo que habían imaginado ya que el peso de cada una de las bolsas era considerable, les llevó casi una hora dejar todas las bolsas en el fondo de la fosa, tuvieron que ponerlas en dos capas ya que todas no cabían en el fondo, pero al final quedaron como ellos deseaban. Desde lo más alto frey Tomás iba echando paladas de tierra que Bernard fue aplastando con los pies hasta que la tierra quedó bien prensada y regresaron con los demás hasta la iglesia donde se estaba velando el cadáver de Gonzalo.
Desde que depositaron las bolsas en la fosa, Bernard permaneció por los alrededores del camposanto. Quería asegurarse que hasta que la cubrieran con tierra nadie entraría en la tumba y de esa forma estaría seguro de que su secreto se ocultaba con la tierra que cubriría el féretro.