Finalmente le dio la impresión sobre las percepciones de cada una de las encomiendas, desde la atención que le habían dispensado a las sensaciones que él había tenido mientras se encontraba en aquel lugar.
Después de más de tres horas dieron por finalizado el informe que Rodrigo quería entregarle a Bernard y se quedó pensando como si tratara de recordar si se había dejado algún detalle en el tintero.
-Muy bien –dijo Bernard – es un informe muy exhaustivo y muy completo. Ya sabía yo cuando se lo propuse a Roberto que no había nadie más adecuado que tú para hacer esta misión.
-Ha resultado más fácil de lo que inicialmente había pensado – dijo Rodrigo.
-Pero todos los detalles y como has sabido resolver los contratiempos, …, cualquiera no lo hubiera solucionado tan bien como tú lo has hecho, creo que el maestre se sentirá muy orgulloso de tener bajo sus órdenes un monje soldado como eres tú.
-Y tú, ¿has tenido algún contratiempo? – preguntó Rodrigo.
-Ninguno, casi todos los preceptores estaban al corriente de mi visita y me han proporcionado más facilidades de las que podía imaginar.
-Y ahora, ¿qué haremos? – preguntó Rodrigo.
-Lo primero que voy a hacer es poner en orden todos los datos que tenemos, tanto los tuyos como los míos y una vez que los haya ordenado sin que ofrezcan ninguna duda, me reuniré con Roberto para que me diga cómo quiere que le prepare el informe; si lo desea verbal, detallado por escrito o si quiere que lo haga de otra forma. Una vez que me diga lo que desea me pondré a confeccionarlo y espero que con eso de por finalizada mi misión.
-Cuando regresaba, pase por el castillo de Ponferrada para comunicarle al maestre que ya había terminado mi misión, pero no se encontraba en la fortaleza, le dejé recado a Ordoño para que se lo comunicara.
-Me comentaste, o quizá fue tu padre, que siempre que regresaba a Ponferrada hacía noche en vuestra casa, pero en el caso que no estéis en la ciudad, como ahora, ¿qué suele hacer? – preguntó a Rodrigo.
-A veces se viene hasta aquí para pasar unos días con mi padre, y si no dispone de tiempo, se queda a dormir en la ciudad; luego continúa.
-Creo que sería conveniente que fuéramos a la sede de la ciudad para decirles que ya hemos terminado y que deseo estar con él, para que nos venga a visitar o que nos avisen para acercarnos a visitarle y que nos diga cómo quiere que le presentemos el informe – dijo Bernard.
-Mañana podemos acercarnos y le dejamos el recado – propuso Rodrigo – así pasaré por casa para recoger unas cosas que necesito y otras que me ha pedido mi mujer.
Al día siguiente salieron los dos como la última vez que abandonaron la finca. Pasaron por casa de Rodrigo, donde cogió unos libros de cuentas en los que apuntaba el resultado de cada cosecha y se dirigieron a la gran casa que la Orden tenía en la ciudad.
Rodrigo conversó con un joven que daba la impresión de ser una de las personas con mando en aquel lugar y después de estar un rato los dos hablando, fue a donde se encontraba Bernard.
-Inocencio me dice que esperan para hoy la llegada del maestre, no saben a qué hora vendrá, pero están preparados para su llegada.