Pienso, luego digo – 20 de febrero de 2019.
En una emotiva carta que los familiares de la joven Laura Luelmo dirigían a los responsables políticos de su comunidad, agradecían cada una de las muestras de apoyo que habían recibido en los momentos tan difíciles que sufrieron cuando un desalmado les arrebató de forma incomprensible a su hija y en la carta, además aseguraban con mucho énfasis que el sistema no funcionaba, porque estaba fallando una y otra vez y siempre con las más débiles.
Esas mismas palabras, tan solo unos meses antes y casi en el mismo lugar, las decían los familiares de la joven Leticia Rosino que también habían tenido que pasar por el mismo trance, se volvían a repetir porque no habíamos aprendido nada de lo que nos deja la historia.
Parece que resultan palabras vacías, huecas y sin contenido, cuando en esa sola frase, encierran toda una verdad que es muy difícil que no pueda llegar a calar, que no encuentre el eco que los que la pronuncian quieren y sobre todo, necesitan que tengan.
Las dos jóvenes ya no van a regresar, se nos fueron para siempre, solo queda el recuerdo del tiempo que permanecieron con nosotros y la familia, además de quedar desolada y hundida, tiene que vivir el resto de sus días sabiendo que el desgraciado que fue capaz de truncar la vida de sus hijas y la de toda la familia, ya nunca va a encontrar el consuelo necesario para poder afrontar cada nuevo día.
Si el sistema no funciona y es responsabilidad nuestra que siga sin funcionar y si no nos implicamos para poder cambiarlo, nos convertiremos en cómplices de la desgracia de la próxima víctima y de la próxima familia que tenga que pasar por esta situación tan angustiosa.
La gente se ha expresado, ha dicho basta, ha manifestado su desacuerdo con el sistema que se está aplicando, han cumplido con su parte que es manifestar su descontento y la desaprobación al tratamiento que se está dando a estos casos tan aberrantes.
Ahora es el turno de los que tienen la capacidad y la responsabilidad para modificar las leyes y esos son los diferentes grupos políticos que nos gobiernan. En lugar de lamentar las situaciones que cíclicamente se están produciendo, deben hacer que el sistema vuelva a funcionar, de lo contrario les señalaremos como cómplices necesarios de cada una de las nuevas víctimas que se vayan produciendo.
No se puede, nadie lo llega a entender, que alguien que cercena muchas vidas, se vaya en unos años a la calle de rositas, aunque por su edad, se sienta protegido e inmune por las leyes que tenemos que asumir. Ya se es responsable de sus actos, lo mismo que cualquier padre, se responsabiliza de lo que sus hijos hacen desde que son pequeños. Nadie se puede ir de rositas después de cometer un acto que provoca una inseguridad creciente en toda la sociedad.
Hay casos en los que la deuda de nuestros actos debe estar acorde con el daño que ocasionamos y esa deuda hay que pagarla íntegramente, de lo contrario, la justicia nunca va a poder ser considerada justa.
Resulta muy difícil, imposible, ponerse en el caso de los que tienen que pasar por estas situaciones, solo de esta forma se puede llegar a comprender la desesperación y el vacío que llegan a sentir. Por eso, si el que tiene la obligación de hacer que el sistema funcione y nunca va a poder conocer los sentimientos que estos sucesos dejan atrás, que sean los que lo conocen, los que aporten sus sentimientos cuando se vayan a poner los mecanismos para que el sistema vuelva a funcionar, basta con formar una comisión consultiva, que sea quien asesore a los que afortunadamente no conocen las consecuencias de estos viles actos.
Y esa deuda contraída, debe satisfacerse hasta las últimas consecuencias, no se puede reducir por una u otra cosa a quien se cree que se encuentra lo suficientemente reinsertado y vuelve de nuevo a las andadas.
Si quieren que de nuevo volvamos a creer en el sistema, no se pueden condonar ciertas deudas y si se hace, los que se han implicado en esta acción (psicólogos, funcionarios penitenciarios, jueces,…) son responsables necesarios de lo que ocurra con la decisión que han tomado y deben pagar como hacemos todos por cada uno de los actos que hemos ocasionado con nuestra acción.
Mientras tanto, hasta que esto ocurra, seguiré tratando de ponerme en la situación de estas familias y continuaré viendo en los responsables de estas acciones no solo a quienes son capaces de cometerlas, también responsabilizaré a aquellos que con su acción u omisión son cómplices de estas tropelías.