almeida – 17 de mayo de 2014.

En alguna ocasión que he tratado sobre este tema, he manifestado mi escepticismo a creer en aquellas cosas que no son tangibles porque no se pueden ver, aunque al final, siempre acabo acudiendo al refranero y ese dicho que “el cántaro que va muchas veces a la fuente,…..”, lo suelo aplicar en esos casos en los que no me queda más remedio que contradecir a Santo Tomás.

Hace unos días, llegó al albergue de Tábara una peregrina francesa que venía caminando sola, seguramente su ritmo no la permitía ir mucho tiempo caminando al lado de otras personas.

No se si deseaba permanecer sola, o la dificultad de poder comprenderse con otros peregrinos de distintas nacionalidades era lo que la mantenía un poco apartada del resto de los peregrinos, el caso es que la mayor parte de la tarde estuvo sola en el patio del albergue.

Durante la cena comunitaria que se hace con los peregrinos, fue integrándose un poco más con el resto y participó de una forma un poco más animada y en esos momentos se la veía un poco más feliz que cuando llegó, aunque pasaría por una de esas personas anónimas que llegan al albergue y cuando se van, con el tiempo se va perdiendo su recuerdo.

Por la mañana, cuando la vimos aparecer por la cocina, su rostro parecía haber cambiado, aunque lo achaqué al descanso que se había producido en su cuerpo. Pero mientras estábamos desayunando, se mostró bastante más dicharachera y sobre todo mucho más animada que lo que había estado el día anterior.

Antes de dejar el albergue, mientras nos dábamos ese abrazo con el que despedimos a todos los peregrinos, acercando sus labios a mi oído, fue susurrándome unas palabras en las que se mezclaba el agradecimiento por la hospitalidad que le habíamos ofrecido y sobre todo, nos agradecía haber proporcionado al albergue de esa energía positiva que en alguna ocasión antes había encontrado en otros lugares.

Según confesaba la peregrina, en los últimos años había sufrido una serie de reveses muy importantes que apenas la permitían por las noches conciliar el sueño. Daba vueltas en la cama durante toda la noche y en ocasiones se levantaba con el cuerpo dolorido.

Pero en el albergue, según manifestaba había sentido una energía positiva que la había permitido dormir como hacía mucho tiempo no recordaba haberlo podido hacer.

Mientras se iba alejando del albergue, de vez en cuando giraba su cabeza y rodeaba su cuerpo con los brazos lanzando ese abrazo de agradecimiento que se suele dar en la distancia, pero sobre todo, sonreía con unos ojos colmados de felicidad.

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