almeida – 20 de septiembre de 2014.
Pocas veces he visto que alguien lo abandone todo, que llegue ese momento en el que uno se llega a sentir derrotado y abandona, arroja la imaginaria toalla al darse cuenta que ya no puede más.
Es una sensación tan particular que aunque tratas de ponerte en el lugar del otro, es muy difícil que puedas llegar a sentir lo mismo que el que se siente derrotado y no puede seguir adelante.
Un día llego al albergue Rui, era un joven portugués que antes de acceder al interior del albergue aseguró que no disponía de nada con lo que poder contribuir al mantenimiento de las instalaciones. Era un detalle que le honraba en lugar de hacer como otros que se aprovechan del anonimato para no acercarse a la caja que recoge los donativos.
Rui compartió los sueños y las ilusiones que tenía en este camino con quienes quisimos escucharle y percibí que cuando lo hacía se podía apreciar un pequeño brillo en sus ojos que ya no era como el que tenía al principio porque se estaba dando cuenta que la vida es muy difícil y en ella todo llega a tener un precio.
Se había propuesto llegar hasta Santiago y después iría por el Camino francés hasta los Pirineos para continuar por la vía francigena hasta Roma en donde esperaba finalizar su peregrinación y regresar a su país donde daría forma a todas las vivencias que el Camino le había deparado y las compartiría con los demás.
Mientras nos contaba esto, frotaba con sus dedos un crucifijo de alpaca que colgaba de su cuello y representaba al cristo que pinto Dalí con una perspectiva que casi hacía sentir el vértigo.
Las lesiones que estaba padeciendo y la ausencia de esa hospitalidad que creía que se conservaba en el camino, le estaban haciendo enfrentarse a una realidad con la que no contaba.
Le aconsejé que se acercara hasta el centro medico para que vieran las lesiones que llevaba en uno de los pies y los médicos viendo el estado en el que se encontraba, le aconsejaron que debía guardar uno o dos días de reposo antes de reiniciar el Camino.
Le dije que podía quedarse en el albergue el tiempo que necesitara, aunque Rui, no deseaba abusar de la generosidad que le daban y prefería pasar desapercibido, dijo que un día sería suficiente y se ofreció para contribuir con algún trabajo que fuera necesario hacer en el albergue, pero le dije que lo mejor que podía hacer era descansar como le habían aconsejado.
Al día siguiente, reinició su camino o eso creí yo cuando le vi alejarse del albergue junto a los demás peregrinos y me fui olvidando de él, pensando en los que llegarían ese día.
Pero al día siguiente, de nuevo lo volví a ver en el patio del albergue y me extrañó que hubiera pasado una noche fuera y fui a interesarme por su estado.
Le encontré muy decaído, aseguraba que los médicos le habían dicho que no podía seguir adelante hasta que se recuperara del todo y esa noche en lugar de buscar de nuevo cobijo en el albergue, prefirió dormir en uno de los parques del pueblo y allí se había encontrado con esa realidad aplastante porque cuando mendigo algo con lo que saciar el acuciante hambre que tenía nadie acudió en su auxilio y fue en ese momento cuando el Camino perdió para él toda la magia que un día le había visto.
Le invité a que pasara a la cocina y busqué algún plato que había sobrado con comida de la cena y lo calenté para que saciara ese malestar que llevaba en su interior provocado por la rabia y por el hambre.
Cuando a la mañana siguiente le vi de nuevo abandonar el albergue me di cuenta que no seguía el mismo camino que los demás peregrinos, lo hacía en sentido contrario, en dirección a su casa y con lágrimas en los ojos extendió su mano despidiéndose no de mi, sino de ese sueño que dejaba en el albergue porque era consciente que ese Camino con el que tanto había soñado ya no lo recorrería jamás porque no iba a encontrar en él nada de lo que buscaba.
En el libro destinado a los peregrinos, había dejado unas hermosas palabras y sobre ellas se encontraba el crucifijo de alpaca que tanto acariciaba y que ocupa un espacio del pequeño santuario que hay en el albergue.
Habrá algún peregrino para el cual está destinado, que lo lleve a esos lugares a los que Rui no consiguió hacerlo.