
—Pues no digas más, además se te nota en la cara que es el reflejo del interior, tienes una felicidad que solo se percibe en situaciones como esta.
—Bueno, pero de momento no digas nada, será nuestro secreto – dijo Marie.
—Como tú quieras, pero estas cosas no se pueden ocultar mucho tiempo. Si llevaras hábito como nosotras, aún podrías disimularlo un poco más, pero con esos vestidos que llevas, enseguida comenzara a verse, porque con lo que comemos no podemos engordar mucho.
—Esperaremos un mes hasta confirmarlo y una vez que esté segura, se lo diré a la madre abadesa.
—Bueno, no diré nada siempre que descanses un poco más y dejes parte del trabajo, tienes que alimentarte más, ahora no tienes que pensar solo en ti, sino también en esa criatura a la que tienes que alimentar.
Las semanas siguientes Marie se cansaba mucho más que de costumbre a pesar de descansar más que antes. También se percató del cambio que estaba experimentando su cuerpo, sobre todo la frecuencia con la que se producían las náuseas y los vómitos.
Cuando ya no podía guardar el secreto, un día pidió hablar con la madre abadesa, creía que al menos ella debía estar al corriente del cambio que se había producido.
—Madre, creo que estoy embarazada.
—Me lo imaginaba hija, te vengo observando las últimas semanas, los síntomas y la forma en la que actuabas; ahora confirmas las sospechas que tenía ¿De cuánto tiempo estás?
—Pues no lo sé, un mes antes de llegar aquí fue cuando tuve la última menstruación.
—O sea, de cinco meses.
—Sí, por las cuentas que he echado, creo que estoy embarazada de cinco o seis meses.
—Esto altera un poco las cosas, ahora debes cuidarte. Dejarás el trabajo y te dedicarás a pasear más. Avisaré a la hermana Ana para que te proporcione mayores raciones en la comida y variaré tu dieta para que no te falte de nada.
—En el huerto tengo muchas náuseas, pero puedo dedicar más tiempo a la cocina.
—También en la cocina sentirás lo mismo, lo mejor es que des largos paseos y respires aire fresco.
—¿Se lo podría comunicar a mi marido?
—Creo que tiene que saberlo, esto altera los planes de la protección que os estamos dando, no sé cuándo está previsto que os vayáis, pero cuando se organice vuestra huida, deben conocer el estado en el que te encuentras. Dentro de un mes me reuniré con el Abad del monasterio en el que está tu marido. Tenemos que recoger algunas legumbres que se producen allí y en lugar de una de las hermanas, acompañaré yo a la hermana Ana y se lo comunicaré al Abad y a tu marido.
La noticia sobre el estado en el que se encontraba Marie pronto se supo en todo el convento y las monjas fueron enseguida a felicitarla. Deseaban hacer que su estancia fuera lo más agradable para que Marie se encontrara lo más cómoda posible mientras estuviera en aquel lugar.
Sara procuraba todos los días acompañar a Marie en los paseos que daba por los alrededores del convento. Había oído que era bueno caminar y cada día alargaba un poco más ese paseo. También Ana separaba los mejores productos, los más frescos y variados, para que Marie y su criatura se alimentaran con todo lo que necesitaban para su desarrollo.
Siempre había en la cocina un cuenco de leche y un plato con pastas para que saciara esa hambre que tenía en todo momento. A veces bromeaba con el peso que tendría la criatura cuando viniera a este mundo, sobre todo por la cantidad de pastas que comía a diario.
Por las mañanas, las monjas procuraban ser un poco más silenciosas para que Marie no se despertara cuando ellas lo hacían y solo una de las hermanas se acercaba cada mañana a las ocho para llevarla un cuenco de leche caliente. También, después de comer, antes del paseo de la tarde, se acostaba en la cama y solía dormir más de dos horas hasta que la hermana Sara venía a buscarla para el paseo antes de la cena.
Fin del capítulo X