
—Éramos tantos —se excusó Bernard —que era imposible fijarse en todos.
—Pero todos mirábamos a su señor, para muchos de nosotros era nuestro referente y por eso estábamos donde él nos dijera.
—Sí, era una gran persona y un gran hombre, ha sido injusta la recompensa que ha recibido por los servicios a los que ha dedicado su vida.
—Muchos de los que estuvimos allí nos rebelamos por lo que se ha hecho —afirmó frey Tomás.
—Entonces, ¿estáis de acuerdo con lo que le he comentado, vais a resguardar el patrimonio de la Orden? —preguntó Bernard.
—Creo que sí, pero aún tengo que hacer unas gestiones, quiero reunirme con unas personas y hablarlo con ellas, creo que estarán de acuerdo, pero no quiero hacerlo sin su aprobación – propuso frey Tomás.
—Lo que diga, pero si la decisión que toman es la contraria, lo comprenderé, aunque sería una lástima que todos los recursos que se han generado acaben en manos que pueden dar un mal uso de estos bienes.
—Mañana partiré – confesó frey Tomás – estaré unos días fuera y cuando regrese le diré lo que hemos decidido. Estos días que no estaré aquí, puede hacer lo que desee, no le invito a venir conmigo ya que debo mantener en secreto la identidad de las personas que voy a visitar.
—Estaré bien —aseguró Bernard —necesito poner en orden mis ideas y planificar lo que haré a partir de ahora. También debo pedirle que procure hablar de mí lo menos posible porque mi vida está en peligro y hay personas que desearían localizarme para acabar con ella.
Solo, en aquel apartado lugar, tuvo por primera vez tiempo para reflexionar sobre todos los sucesos que le habían ocurrido en las últimas semanas. El cambio de actitud por parte de frey Tomás le agradó porque estaba en parte motivado por la influencia que su señor seguía ejerciendo a pesar de haber desaparecido. Por momentos pasó por su imaginación la idea de ser traicionado, no comprendía por qué frey Tomás tenía que consultar con nadie la decisión que debía tomar. ¿Y si fuera una trampa?, podía haber ido a alertar a quienes deseaban su captura. Estaría al tanto de su llegada y si venía con más personas se alertaría y huiría. Aunque, por otra parte, no comprendía que le hubiera hablado de su señor y de Jerusalén, quizá lo hubiera hecho para ganarse más su confianza.
Estuvo cuatro días en la encomienda y fue conociendo a todas las personas que trabajaban en aquel lugar. La organización era perfecta, había un encargado de distribuir todo el trabajo y era supervisado por frey Tomás. La encomienda tenía gran influencia en la zona. El encargado y frey Tomás eran los que una vez que recibían una donación de los fieles que fallecían sin herederos o de las personas fieles de la comarca ponían estas propiedades enseguida a producir beneficios. Establecían los métodos de trabajo ya experimentados en otras propiedades. Cada encomienda se encargaba de recoger los tributos que habían establecido y tenían varias formas de cobro, dependiendo de las condiciones que se hubieran establecido, unos pagaban en oro o plata y otros con un porcentaje de lo que se había producido. Estaba estipulada en cada contrato una cláusula en la que se contemplaban las incidencias que el tiempo tenía sobre las cosechas y se establecía una disminución de los tributos tomando como base el descenso de la producción en las cosechas que gestionaban directamente los siervos de la encomienda.