almeida – 4 de diciembre de 2014.

Recuerda Emeterio como en el pueblo circulan algunas historias que resultan increíbles de poder comprender, pero son tantas las personas a las que se las

PUBLICIDAD

ha escuchado que está convencido que todas han bebido de una fuente común y parten de alguna realidad increíble pero que no deja de tener cierta veracidad porque se trata de esas historias que se repiten con el tiempo.

En cierta ocasión una mujer parió en Tábara un hermoso niño que desde el mismo momento de su alumbramiento se convirtió en el centro de atención de toda la familia.

Como correspondía en aquellos tiempos, todavía no se habían inventado los sustitutos de la leche materna, la mujer amamantaba a su hijo con lo que sus pechos producían y a través de este alimento el niño comenzaba a desarrollarse de una forma sana y natural.

Pero llegó el día que la mujer se dio cuenta que por las mañanas el manantial de sus pechos se secaba y el niño apenas se alimentaba, en cambio, cuando pasaban unas horas, al mediodía de nuevo sus pechos se encontraban rebosantes de alimento y la criatura saciaba la necesidad que tenía.

Aquella situación comenzó a preocupar a la mujer porque sin duda el alimento que proporcionaba a su hijo por las mañanas era el más importante del día y éste se quedaba siempre insatisfecho en esa primera comida.

Al principio guardó para ella este problema, se sentía culpable de no poder cumplir como madre con su hijo y no deseaba compartir con nadie esta situación hasta que llegó el momento que no pudo ocultarlo porque el niño estaba notando en su desarrollo esta situación y se lo fue confesando a las personas más allegadas.

Fueron a ver incluso al médico, pero nadie le daba una explicación lógica. Era frecuente que algunas madres dejaran de producir ese alimento tan vital en la lactancia por motivos diversos, pero cuando la leche se retiraba lo hacía del todo, no lo hacía de forma aleatoria a determinadas horas del día.

Cuando la suegra de esta mujer se enteró del problema que estaba teniendo su nieto, sin decir nada, decidió actuar. Ella era vieja y había conocido casi todos los reveses que ocurren en la vida y cada cosa que pasaba sabía que estaba motivada por algo y decidió buscar la explicación a aquel problema.

Por la noche, cuando todos se hubieron acostado, la anciana se acercó hasta la lumbre donde las brasas ya estaban extinguiéndose y con un badil que había en la chimenea apartó un buen montón de ceniza que se encontraba ya fría y fue extendiéndola por el cuarto en el que dormían su hijo y su nuera.

A la mañana siguiente, comprobaron que en la ceniza se percibían de una forma nítida las marcas que había dejado un reptil y todos estupefactos comenzaron a imaginarse lo que estaba ocurriendo.

Pensaron lo que podían hacer y la anciana les dijo que lo mejor era esperar como si no hubiera pasado nada, no cambiar las costumbres de cada día y por la noche esperarían la visita del intruso y ese sería el momento de solucionar el problema.

Así lo hicieron, por la noche el marido se situó en un extremo de la habitación pertrechado con todos los utensilios que pudo agenciarse (un gran palo, una hoz, un hacha,…) y esperaron en silencio en la oscuridad de la noche.

La mujer se encontraba aterrada, pero era consciente que debía solucionar el problema que estaba padeciendo y cogiendo fuerzas de donde no las tenía, se hizo la dormida esperando ver lo que ocurría.

La ceniza que de nuevo había extendido la vieja por el cuarto, en el silencio de la noche fue escuchándose como era desplazada por algo que se arrastraba en el suelo y cuando todos estuvieron convencidos que el intruso se encontraba dentro del cuarto y se disponía a seguir con sus costumbres, encendieron la luz y comprobaron como un gran bastardo negro estaba intentando subirse a la cama donde la mujer se encontraba que al verlo dio un grito y se lanzo al otro extremo de la cama.

En ese momento su marido con el garrote que llevaba en la mano descargó con fuerza un gran golpe en el lomo del reptil que al sentir como se quebraba su columna vertebral comenzó a retorcerse enroscándose en el palo y sin que pudiera reaccionar, el hombre cogió con la otra mano la hoz y cercenó de un certero tajo la cabeza del animal que a pesar de tener su cuerpo partido en dos se seguía moviendo y retorciendo.

De esa forma, pudieron solucionar el problema y la mujer siguió produciendo de forma normal el vital alimento que tanto precisaba su hijo para su desarrollo.

Cuando se interesaron por saber como la vieja se llegó a imaginar algo tan extraño, ella confesó que no era la primera vez que veía esta situación, ya lo había presenciado en ocasiones anteriores con las vacas y las ovejas que había en la casa.

Casi siempre después de parir los animales, cuando la producción de leche se incrementa, deben producir algún aroma especial que atrae a estos animales que sienten un enorme placer chupando los pezones de las recién paridas y van succionando la leche que rebosa en sus pechos. Como siempre lo hacen mientras la afectada se encuentra durmiendo, apenas se dan cuenta de esta circunstancia hasta que ven que se van quedando secas, pero lo que menos pueden imaginarse es a quien se encuentran amamantando.

Publicidad Dos sliders centrados