Se dio cuenta del acierto de lo que había hecho el maestre cuando estuvieron en Ponferrada, porque todos los preceptores que estaban allí supieron difundir la visita de Bernard, así, cuando éste llegó, le estaban esperando con expectación y con obediencia según las órdenes que el maestre les había dado.

Cuando comenzó a refrescar, Bernard bajó hasta el patio de la encomienda. Como le había dicho Juan, el movimiento de personas había descendido de forma importante y se sentaron alrededor de una mesa junto a una jarra de vino, mientras bebían, Bernard le puso al tanto del contenido de las órdenes que traía.

Puede ver las cuentas cundo lo desee, desde hace días las tengo preparadas y en cuanto a lo de ocultar el dinero, pensé que iba a llevárselo y había dispuesto de unas alforjas para que lo transportara.

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-Es mejor de esta forma, así, si lo hacemos bien, nadie sabrá dónde lo hemos ocultado y cuando lo necesitemos, el maestre sabrá dónde tiene que ordenar buscarlo – dijo Bernard.

Pues cuando quiera, las cuentas están al día y en cuanto al sitio, tengo dos que pueden servir perfectamente pues pasan inadvertidos.

Todo fue como Juan le había dicho y Bernard se mostró satisfecho de que así hubiera sido. Cuando dio por finalizada su labor en aquel lugar, se despidió de Juan y retomó de nuevo el camino, ahora en dirección noroeste hacia la ciudad de la que había salido.

Dejó atrás esta villa y comenzó a caminar hacia el norte. La siguiente encomienda que debía visitar estaba en San Pedro de Latarce. Cuando hizo la planificación de su camino, pensó visitarlo en cuarto lugar ya que estaba muy cerca de Villardiga, pero Rodrigo le aconsejó que lo dejara para el final porque tenía un mejor camino haciéndolo de esta forma y no debía desviarse mucho; por lo que le hizo caso.

Una vez más cruzó el río Duero, pero en esta ocasión lo hizo por un gran puente de piedra antes de entrar en Tordesillas, donde se detuvo para pasar esa noche. Aunque faltaban varias horas para que anocheciera, pensó que sería interesante pasear por esta villa que parecía tan próspera por los palacios que fue viendo mientras buscaba una posada en la que alojarse.

Disfrutó de una buena cena en una taberna que le habían aconsejado en la posada, se encontraba en la plaza mayor y el asado que le sirvieron le resultó especialmente sabroso.

El terreno por el que ahora viajaba era como el que había recorrido desde que salió de León, las llanuras eran extensas aunque, según avanzaba, cuando miraba al este, percibía algunas suaves oscilaciones en el terreno que había en la lejanía.

Con frecuencia se encontraba castillos en pequeñas poblaciones aisladas. Eran minifundios en los que estas construcciones protegían al señor de las tierras y a sus vasallos de las incursiones que solían hacer los infieles cuando años atrás las fronteras se deslizaban constantemente por estas tierras. Ahora eran pequeños centros de poder desde los cuales los señores ofrecían sus servicios al Rey a cambio de los privilegios que disfrutaban y dependiendo de las circunstancias, lograban incrementar cada vez más.

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