Pascal también sorprendió a todos, mientras se estaban ocupando en asar la carne, se había acercado hasta el pueblo y adquirió un pequeño pellejo de vino y unas botellas de licor que fueron el acompañamiento perfecto para aquella cena.
Todos celebraron haber culminado con éxito esta primera parte de su viaje y prolongaron la sobremesa animados por el efecto del alcohol. También los jóvenes se sirvieron generosos vasos y pronto lo que estaban ingiriendo comenzó a hacer sus efectos.
Veronique comenzó a cantar bonitas canciones, tenía una voz preciosa y todos admiraron la entonación que les daba. Según se iba animando más, fue cantando algunas canciones populares que todos conocían y pronto formaron un coro, aunque alguna de las voces, sobre todo las masculinas, desentonaban un poco ante las risas de los presentes.
Estaban tan animados que no se dieron cuenta que la noche estaba avanzando, solamente el frescor que comenzaba a hacer les animó a dejar aquel momento tan agradable y buscar un lugar donde dormir bien abrigados con las mantas que llevaban.
Unos fuertes truenos fueron despertando a los somnolientos peregrinos. Anunciaban una fuerte tormenta que estaba a punto de descargar toda el agua que llevaban las nubes y, antes que pudieran recoger todo, comenzó a llover de forma muy ostensible.
Como pudieron, se protegieron de la lluvia y continuaron el camino. Ese día esperaban llegar a San Jean de Pie de Port, donde podrían descansar antes de cruzar las altas cimas que tenían por delante y que mostraban unas crestas blancas como consecuencia de la nieve que había caído en las últimas horas.
Resultó una jornada muy complicada, los caminos enseguida se embarraron y cuando llegaron a las primeras casas de la ciudad se encontraban completamente calados y llenos de barro.
Bernard le propuso a Pascal que en agradecimiento por haberles admitido en el grupo, le permitiera ese día invitarles a pasar la noche en una posada, se encontraban tan mojados que si no se cambiaban de ropa y dormían en un lugar seco, corrían el riesgo de coger una pulmonía.
Pascal descartó inicialmente el ofrecimiento, pero ante la insistencia de Bernard, pensó que éste tenía razón y no pudo decir que no. De esa forma podrían lavar la ropa y esperar a que pasara la tormenta antes de afrontar la ascensión a los Pirineos, en las condiciones en que se encontraban, resultaba casi una temeridad.
Buscaron una posada en las afueras de la ciudad que reuniera las condiciones necesarias para acoger no solo a los peregrinos sino también a los animales y el carro que llevaban. Después de acomodarse, las mujeres se afanaron en lavar toda la ropa que tenían de los últimos días, sobre todo la de la última jornada y ocuparon todo el patio con una gran colada que pusieron en los lugares más resguardados para ver si se podía secar.
Bernard observó que Marie se encontraba muy fatigada y decidió quedarse allí unos días para que descansara y se recuperara antes de reiniciar el camino.
—Nosotros nos quedaremos aquí al menos una semana —le dijo a Pascal —Marie no se encuentra muy bien y es necesario que haga reposo.
-Nosotros también nos quedaremos hasta que la lluvia no sea tan fuerte, ya que los caminos deben encontrarse muy embarrados y seguramente tendremos problemas para que el carro pueda avanzar.