
Bernard fue poniendo al corriente a su compañero de todo lo que le había acontecido desde que salió de París y la misión que su señor le había encomendado. La había cumplido satisfactoriamente, pero ahora debía proteger su vida, por eso viajaba de incógnito, sin revelar a nadie más que a las personas que le inspiran suficiente confianza quién era realmente.
El joven se quedó asombrado por la historia que acababa de escuchar, sabía que estaba protegiendo a una persona importante, pero no llegó a pensar que lo fuera tanto.
—Yo no sabía —balbuceó.
—Ya lo sé, imaginaba que no te habían comentado los detalles de mi persona ni de mi misión porque ese era mi deseo, quiero pasar desapercibido y tenemos que seguir de esta forma para no levantar sospechas.
—Pero, no puedo trataros como a mi criado —dijo el joven.
—Es mejor así, de esta forma seguiremos sin contratiempos hasta que lleguemos a nuestro destino. No quiero que lo que acabo de revelaros haga que cambie tu actitud conmigo y levante sospechas porque nos pondría a los dos en peligro.
—Cómo tú desees, no sé si en algún momento he podido actuar de alguna forma que no haya sido la adecuada.
—No te preocupes, estás actuando de una forma muy correcta y solo deseo que continúes así, eso nos garantizará que tu misión y la mía se verán cumplidas con éxito.
Esa noche, Rodrigo estuvo con más tensión que las anteriores, ahora se daba cuenta de la importancia de su misión y apenas pudo dormir bien. Varias veces se despertó pendiente de la seguridad de la persona que le habían encomendado.
Bernard percibió a la mañana siguiente algún ligero cambio en su joven compañero, se preocupaba más de todos los detalles, sobre todo de que fuera atendido antes que él, aunque cuando se daba cuenta, para no levantar sospechas, hacía que los dos estuvieran servidos al mismo tiempo.
Cuando partieron, fueron por el camino que les llevaba hasta Sahagún y Bernard creyó que era el momento de ir conociendo más a su joven amigo.
—Me he percatado de que hoy estás actuando de forma diferente conmigo, quizá no debí decirte nada anoche ya que estás comportándote como si fuéramos iguales y eso nos va a poner en peligro.
—Yo también me he dado cuenta, pero ahora que conozco vuestra identidad no puedo dejar de pensar en el trato que te debo dar.
—Pues actúa como ayer, lo hiciste muy bien y solo van a ser unos días, verás como te acostumbras enseguida.
—Tú, que estás más al corriente de lo que pasa, qué crees que nos va a ocurrir – preguntó Rodrigo.
—No lo sé, cuando salí de París estaba seguro de que sería cosa de unos días, quizá unos meses, hasta que la situación se volviera a normalizar. Para mí fue un mazazo la noticia de la muerte de mi señor y de todos los que estaban con él. Desde ese momento, casi prefiero no pensar en el futuro, cuando lo he hecho he visto que este es muy caprichoso y suele actuar a su antojo.
—¿Pero alguna esperanza tenemos que albergar? —insistió el joven.
—Eso —dijo Bernard —es lo último que se debe perder, por eso estoy aquí, podía haberme ocultado en la seguridad de Roncesvalles con mi hijo, pero creo que cada uno tenemos una misión en la vida y sé que la mía es tratar de poner a salvo nuestra fuerza; que ahora son los bienes que aún poseemos.