
—Está bien, es el primer contratiempo que he tenido y sé que no le va a gustar a nuestro señor. Tenga por seguro que esta indisciplina tendrá su respuesta oportuna. Ahora don Roberto tiene muchos frentes abiertos y no puede estar en todos los sitios, pero tenga presente que volveré en su compañía y el hecho de que no haya cumplido sus órdenes, no lo dejará pasar por alto
Mañana me marcharé cuando me levante y espero que haya recapacitado y comprenda lo que está haciendo.
Por la mañana, cuando Rodrigo se levantó, Pedro estaba esperándole en el patio de la encomienda. Le pidió disculpas por haber desconfiado de él y le aseguró que haría lo que le dijera.
—¿Puedo saber qué le ha hecho cambiar de opinión? —preguntó Rodrigo.
Cuando me dijiste lo que te disponías a hacer desconfié como muchas veces lo he hecho de otras propuestas y peticiones que me han formulado, si no hubiera actuado de esa forma hubiera puesto en peligro la encomienda y gracias a mi desconfianza se mantiene todavía.
Como la encomienda de Monforte se encuentra cerca, a veces estoy en contacto con Gonzalo, su preceptor, lo hacemos a través de palomas mensajeras con las que nos enviamos mensajes. Anoche le envié una nota informándole de su visita y me confirmó que el preceptor de Amoeiro le había anunciado su visita, de hecho, él le está esperando de un momento a otro. Por ese motivo le pido disculpas y me pongo desde este momento a su disposición.
—Entonces, dejémoslo solucionado cuanto antes, si puede ser hoy, mejor que mañana. Nuestro maestre está esperando que le informe cuanto antes del resultado de mis gestiones —dijo Rodrigo.
Ese día estuvieron viendo lugares que no acababan de convencer a Rodrigo, hasta que por la tarde encontraron un lugar en la parte trasera de las cuadras en donde pasaría desapercibido lo que pensaban ocultar, pero estaba ya anocheciendo y estuvieron de acuerdo que lo mejor era hacerlo al amanecer, antes que comenzara el movimiento de gente en la encomienda.
Cuando Rodrigo terminó, con la ayuda de Pedro, de ocultar una robusta caja de madera de roble y unos saquitos de cuero llenos de monedas, decidió continuar para llegar a la última encomienda que tenía asignada, con la cual daría por finalizada su misión, la más importante que había realizado desde que estaba al servicio de la Orden.
Por las indicaciones que Pedro le había dado, no le iba a resultar muy complicado llegar hasta la encomienda de Monforte, ésta se encontraba a poco más de una jornada de camino, lo que le obligaría a pasar una noche en alguna posada que se encontrara.
Nuevamente la frondosidad de los bosques era bastante acusada, aunque los caminos eran más amplios que los senderos por los que había estado caminando los días anteriores.
También debió vadear algunos ríos, en alguno de ellos tuvo que dar un importante rodeo para localizar el mejor sitio por donde su caballo pudiera pasar ya que la profundidad no era excesiva.
Al segundo día, antes de la hora de comer, llegó a Monforte de Lemos, fue directamente a la encomienda de Caníbal y al verle llegar, Gonzalo se imaginó que aquel desconocido era la persona que estaba esperando.
—Soy Gonzalo, el preceptor de esta encomienda —le dijo el joven —le estaba esperando.