Cuando se despertó Bernard tenía la sensación de llevar varios días durmiendo. Era casi mediodía y se sentía recuperado por completo del cansancio que tenía acumulado en su cuerpo. También las últimas emociones, el reencuentro con su hijo y estar en un lugar que le traía unos recuerdos tan contradictorios le hicieron sentirse bien. Ahora podía dedicar su vida a estar junto a su pequeño y educarle como lo hubiera hecho Marie si no se hubiera marchado.
Los monjes se disponían a comer, por lo que cuando le vio Rodrigo le pidió que le acompañara hasta el refectorio, comería a su lado.
Todos los monjes le fueron saludando y a los que no conocía porque habían ingresado en los meses que él estuvo ausente, ya estaban al corriente de quién era y algunos se dirigieron a donde se encontraba para saludarle.
También se encontraba el pequeño Ramiro, como siempre, estaba sentado junto a Ramiro, que estaba pendiente de todo lo que el niño hacía y era quien se encargaba de que se alimentara hasta con los alimentos que menos le gustaban, como eran las verduras que cosechaban en el huerto.
Bernard observó en silencio a su hijo, como le había parecido cuando le vio, destacaban los rasgos que tanto le recordaban a su esposa. El niño, ajeno a los ojos que no se apartaban de él, jugaba con la comida y bromeaba con los monjes que se encontraban a su lado, ellos admitían las bromas que éste les hacía como si ya estuvieran muy habituados a ellas.
-Parece muy feliz – dijo Bernard mirando a Rodrigo.
-Todos hemos tratado de que así sea, aquí disfruta con todo lo que hace y como puedes ver, es el juguete de todos los monjes, hasta los que parecían más serios, solo desean jugar con el pequeño.
-Le he echado tanto de menos que no creía que este momento llegara nunca.
-Ahora podrás resarcirte de la ausencia impuesta a la que te has visto obligado.
-Solo deseo de momento, que quienes están al corriente del vínculo que nos une, no lo revelen hasta que crea que es seguro hacerlo.
-Se hará como tú dices, pero no debes temer, aquí los dos os sentiréis seguros.
-¿Sigue Ramiro haciendo las restauraciones de las tallas del Monasterio? – preguntó Bernard.
-Verás que tu alumno ha salido muy aventajado, tiene una facilidad innata y natural no solo para las restauraciones, sino también para las tallas que está haciendo para decorar los lugares del monasterio, principalmente los que hay en la capilla.
-Me gustaría ayudarle, creo que es lo único en lo que puedo ser útil – manifestó Bernard.
-Es una buena idea, de esa forma podrás pasar todo el tiempo que desees con el pequeño, que también está siendo un buen alumno y de vez en cuando nos sorprende con las cosas que hace.