almeida – 22 de abril de 2014
Era un manojo de rosas
a las que un día la infamia
tuvo la gran osadía
de atreverse a cercenar
Por defender sus ideas
y ser fieles a principios
fueron encarceladas
antes de un burdo juicio
Allí fueron condenadas
con abogados de oficio
que no supieron defender
lo que estaba decidido
Las trece rosas oyeron
en silencio el veredicto
y asimilaron serenas
lo que las trajo el destino
Nunca se arrepintieron
de lo que habían vivido
porque morirían libres
tal y como habían vivido
Y en una fría mañana
las sacaron de sus celdas
las subieron a un camión
y las llevaron afuera
Allí en el cementerio
en una tapia trasera
las fueron poniendo en fila
donde había sangre fresca
Un pelotón de indignos
se puso delante de ellas
y el capitán grito; fuego
y se produjo un temblor
cuando todos los fusiles
vaciaron su munición
Y los trece cuerpos frágiles
se cayeron a la tierra
y se las veía hermosas
como esas rosas aun rojas
que había junto a ellas
a las que una guadaña
acaba de cercenar
Y el valiente capitán
se fue acercando hasta ellas
y con su pistola les daba
ese tiro de gracia
destrozando sus cabezas
Ahora esas malas conciencias
de quienes fueron culpables
quieren borrar las huellas
de la infamia cometida
con esas trece doncellas
en honor a no se que causa
ni tampoco por que guerra
Pero por muchos intentos
nunca pudieron lograrlo
y en muchos cementerios
en esas tapias traseras
siempre las buenas gentes
fueron cuidando rosales
en los que nacen mil rosas
porque después de la infamia
quienes oyeron la historia
retomaron las ideas
por las que un día cercenaron
a esas trece rosas rojas